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martes, 6 de julio de 2010

Doña Ana

Todavía está el "tarro" ("coco", "chola", "perola", "sesera"...) no muy bien, de hecho me subieron la medicación. Marchamos de "·playeo", y posiblemente hasta Sept. no volvamos, aunque de vez en cuando vengamos por aquí algún que otro día; pero procuraré, mínimo publicar, un post a la semana, y como supongo que en este tiempo me iré encontrando mejor, espero pasar por vuestros blog a daros la "lata"... :))... ya, ya sé que no lo considerais así. Es broma. Os dejo una pequeña historia que publiqué en Junio del 2008 La verdad es que, no sé por qué, pero me he acordado mucho de ella últimamente, y en especial, le tengo un gran cariño. Bueno, pues nada aquí os la dejo. Perdonad si es un poquillo larga. Quienes la conozcáis, si volvéis a leerla, la recordaréis y quienes no la conozcáis, espero que os guste. Comienza así:

Lo que vais a leer pertenece a unas hojas encontradas en una habitación de un sanatorio mental. Enriqueta, la señora de la limpieza, las encontró y me dijo: “Toma, Guillermo, te lo regalo. Yo sé que a ti te gustan estas cosas”. Y me contó que doña Ana murió a los... ni se sabe, aunque se creé que llevaba allí cerca de sesenta si no más años. Que allá, por el año 1930, se la encontraron maniatada, dicen, a la verja de la entrada del psiquiátrico, y embarazada. Que apenas tendría 15 años, y que a los seis meses de su ingreso, allí parió pero que nunca se supo si fue niña o niño, ni el paradero. Dicen que el bebé nació muerto. Otros dicen que lo dieron en adopción. También dicen... Dicen tantas cosas...Dicen que ni en el pueblo la conocían. Que no sabía nadie de dónde venía, ni cómo allí apareció. Doña Ana, cuando la recogieron e ingresaron en el sanatorio mental, no sabía a penas casi hablar ni leer, y menos escribir... Algún ser bueno le enseñó. Un celador, dicen. Otros, que una fisio... Quién sabe? Un día, su alma se le escapó persiguiendo a los pajarillos que revoloteaban jugando con las hojas de otoño que caían del árbol de junto a su ventana, y su cuerpo quedó dormido en el sillón de su habitación. También dicen, que desde entonces, los gorriones ya no juguetean entre las ramas del árbol. Y el árbol parece que pierde su verdor y su alegría. Gris y mustio se va volviendo cada día, que hasta están pensando en cortarlo y hacer leña con él para las frías noches de invierno. =================================================================(Un día cualquiera ) 

Hoy quiero que sepas de mí. Hace tiempo que no sabes de mí y no soporto esta sensación de soledad, de angustia. No quiero esto. ¡No, no! Prefiero meter la cabeza en el lavabo y morir lentamente, a sufrir esta agonía día a día, sin que sepamos nada el uno del otro, y ya que tú no quieres saber nada de mi vida, es por lo que, no resistiendo más, te escribo estas letras. Desde que nos separamos, la soledad se adueño de mi alma. ¡¿Qué hago aquí sola, Dios mío?! A cada momento, tu recuerdo se me hace presente, y temo que llegue ese día fatídico que tu cara se vaya convirtiendo en un dibujo difuminado hasta desaparecer, y no recuerde ninguno de tus rasgos, ni siquiera tus lindos ojos o los caracolillos de tu pelo que caían sobre tus pequeñas orejas. Quiero agarrarme tan fuerte al recuerdo de tu cara, de tu cuerpo, de nuestros besos y abrazos, que me duelen los sentidos de apretarte tanto. Y es que, ¡me duele tanto el corazón, de tanta herida sufrida...! Sufro una constante herida, noche y día, día y noche, noche y día, noche y día, noche y día... día y noche. 

(el día siguiente) 

Hoy es ya otro día. Ayer no pude seguir escribiéndote. Hoy quiero estar más relajada...
El hoy me mata y el mañana me espanta porque sé que se convertirá en hoy... y así todos los días, todos... Hoy quiero estar relajada. Cuando paseo por el jardín aprovecho para contemplar cómo se afanan las mariposas en libar las flores. ¡Sus alas me fascinan! Pensar que de qué están hechas, me fascina. Y cuando me miro en el espejo y veo mi cara marchita, marchita de tus besos, y trato de imaginar que soy una mariposa, cojo mis pinturas, los polvos, todos mis lápices, los sombreadores... todo, todo y comienzo un ritual lento, casi agónico, tratando de asemejar mi rostro a las alas de las mariposas, pero cuando intento salir a pasear por el jardín, Lucía enseguida me reprocha con buenas palabras: “Ana, cariño, ¿Dónde vas? Ven, vamos a lavarte la cara y a ponerte guapa. No te preocupes, que yo te maquillaré”... Y así, cada vez que lo intento, ella me roba mi fantasía, volviéndome a esta realidad que no me olvida, recordándome el día a día, el día a día... Perdona, me recuerdo a mí misma que debo tranquilizarme. 

No puedo pensar otra cosa, más que en ti. No sé qué contarte más,  porque no quiero más, que pensar en ti, solo quiero tenerte en mi memoria, que es lo único que me queda. Mis recuerdos contigo y con los hijos que no tuvimos. No quiero olvidarme de ti. No quiero que te olvides de mí... No puedo seguir escribiendo. (otro día cualquiera) Hace días que no te escribo, no porque no quiera, pero es que he estado algo cansada... sí, del alma. Y cuando intentaba ponerte algunas letras, todo se amontonaba en mi cabeza. Los recuerdos se me entremezclaban hasta llegar a asustarme, y terminaba por levantarme de la mesita y me acostaba. O me iba al sillón a mirar por la ventana cómo los pajarillos revoloteaban de allá para acá, de acá para allá, jugando entre las ramas del árbol que tengo enfrente. O cómo iban cogiendo las miguitas de pan que les pongo en el alfeizar. ¡Qué envidia me dan! Esta mañana he estado mirando las fotos, nuestras fotos. También las de cuando éramos novios. Nada más coger la caja de lata donde las guardo, me ha entrado un escalofrío por todo el cuerpo... porque yo no quiero esos recuerdos, esos recuerdos fijos, esos recuerdos anclados en el tiempo, esos recuerdos planos. Al abrir la caja, el olor a viejo del papel me dio una bofetada espesa, cálida, suave, ensoñadora... Fíjate, ¡estornudé y todo! Cerré los ojos y empecé a acariciarlas una a una, a recorrer sus contornos, a palparlas por delante y por detrás, a apretarlas contra mi pecho junto al corazón, este corazón que no vive sin ti. Entonces, ellas, empezaron ha hacerse realidad. Me daba igual la imagen que tuvieran, solo sé que ellas comenzaron a cobrar vida: Tú y yo juntos en la playa, por la noche, bañados de amor por la luna. Tú y yo juntos, paseando por las Ramblas de Barcelona. ¿Recuerdas? Me compraste un libro y una rosa, ¡y era un día cualquiera! Tu y yo, tu y yo... tu y yo... Así, con aquellos recuerdos planos convertidos en realidad, pasé la tarde entera hasta que llegó la hora de cenar. Cené poco, un caldito y dos manzanas. El pescado no había quién se lo comiera. Y ahora estoy aquí, bajo la luz triste de esta triste habitación. Triste sin ti. Sabes, me he puesto mi mejor camisón. Es para ti, para que me veas guapa, por si donde estés, a lo mejor, puedes estar pensando en mí, y quién sabe, quizás me veas... No sé, no sé, pero a veces pienso que ya no me quieres, que ya no te importo, que ya no soy nada para ti, ni siquiera un recuerdo. Ahora no puedo seguir escribiendo. No quiero intranquilizarme, ya sabes que no es bueno para mí. Y me encuentro mal... y...Y es que, en lo más hondo de mi corazón, no quiero encontrarme bien. Solo el pensar que me olvidas, es para mí la muerte. Y no resisto la idea de que te olvides de mí. No resisto esta vida solitaria sin ti. Perdona mi amor, no quiero que mis palabras te enfaden o te apenen. Si tú quieres, borraré de mi mente estas ideas, porque... ¡porque tú me quieres!, ¿verdad? No me regañes por la pregunta, entiéndeme. No me regañes. O sí, regáñame, que así sería como si estuvieras junto a mí. Escríbeme. Ven a verme. Llévame contigo donde tú quieras, lejos de aquí. Donde tú quieras, pero lejos, muy lejos de aquí, que quiero morir contigo aunque seas tú quién me mate. Aunque seas tú quien me destroce la vida. Aunque hagas pedazos mi corazón. Pero tú, tú, tú. Siempre y solo tú. Mañana será otro día... uno más, como hoy, como ayer... como tantos y tantos otros días y días... y noches... Noches de sábanas y almohadas blancas, de llanto y de lágrimas, de ruidos y voces... Noches, noches, noches... noches. 

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De doña Ana dicen, que jamás nadie la visitó.

El texto es tal cual lo redactó ella, sin puntos y aparte, salvo uno.

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