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lunes, 13 de diciembre de 2010

Querido Gustavo.- Parte 2 (fín)


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El miedo es malo, malo porque estamos cegados (y no digo “nos ciega”) ante lo que va a pasar dentro de un mes, o un día... o una hora o un minuto. Cegados ante la inseguridad afectiva, ante lo inesperado. El “Yo” infantil no deja aflorar al “Yo” adulto. La carga de nuestra historia personal, aprendida desde que nacemos, nos rebosa por los cuatro costados. No recuerdo bien quién decía que “las mujeres son inseguras porque desde pequeñas no han recibido cariño...”, o algo así. Y probablemente sea cierto, pero verdad también es, que no solo en ellas, sino en nosotros también; y no hablo del cariño egoísta ni del mimoseo empalagoso; hablo del cariño que forma a la persona, del cariño que refuerza la autoestima, la tolerancia, bien entendida, en el respeto hacia los demás, pensando que nadie tiene “patente de corso”. Sí, ya sé que en esta vida todo es relativo y que es muy difícil encontrar la frontera moral, pero ahí está una de las bellezas de la naturaleza humana: “que nadie tiene la verdad absoluta”. 

Todo esto me lleva, como siempre, a pensar en la parte espiritual de la persona. ¿Por qué?, pues porque a lo largo de la historia siempre han habido avatares que han intentado guiar a la humanidad por... digamos, “el buen camino”, y se han preocupado por convencer al hombre de que la materia trasciende hacia el espíritu, o sea, ir contracorriente. 

Citemos, como no, la vida de Jesús, el Xto. ¿Por qué él y no otro... Buda, por ejemplo?, pues porque bajo su doctrina he nacido y me han educado, por consiguiente, es el que más cercano a mí.

Este “loco-playa” llega a un mundo del “ojo por ojo y diente por diente”, y rompe todos los esquemas habidos y por haber. Hoy en día todavía los rompe. No solo te dice que no devuelvas la bofetada, sino encima, que te prepares para recibir otra... ¡De locos, tío! ¡inconcebible!. Inconcebible, máxime en el mundo en que vivimos, donde “quien me la hace la paga” y en el mejor de los casos: “yo perdono, pero no olvido”. ¿Quién da siquiera un mínimo por nada? y digo un mínimo, porque por mucho que uno quiera, siempre hay un hueco en la naturaleza humana, aunque sea muy pequeño, esperando la recompensa. Ya te digo, es humano y lógico. Muy lógico. Muy humano. El asunto es reconocer cómo somos; ser consecuente con uno mismo. Deberíamos aceptarnos tal y como somos, e ir poco a poco buscando el ser espiritual y personal que cada uno llevamos dentro; tratar de encontrar una recompensa más allá de lo que me ofrece el mundo, o sea, las personas. Aprender a conocer a Dios y aprender a sentirme querido por Él. Solo así se podría, en determinados momentos, encontrar la verdadera felicidad o, llamémoslo “un estado de felicidad”. Bueno está ya, amigo Gustavo, que a lo tonto, tonto, voy a empezar a levitar. Además, no quiero “alitas” ni “coronita”, ya que no tengo los agujeritos hechos, y eso tiene que doler mucho. Al final, no sé si te habrás dormido con esta carta, pero... bueno, no siempre uno tiene la cabeza bien amueblada. 

Abrazos para ti y para tus padres y hermanos. Para Carmen también, y dale un beso de mi parte. Tu compañero y siempre, siempre amigo, Gonzalo.

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Dicen que Gustavo Blanco, hoy sacerdote jubilado, paseaba por entre las ruinas de un viejo seminario católico. Entre los cascotes encontró esta carta que nunca recibió. Dicen que, Gustavo perdió su vocación, pero que la recuperó, gracias a Dios, según él. Y volvió a este seminario donde finalmente lo ordenaron sacerdote, para evocar tiempos de juventud. Gustavo permaneció a la última promoción, ya que la propia Iglesia, viendo la falta de vocaciones, cerró el seminario y lo vendió a una promotora, y lo demolieron. Como esqueleto para testimoniar la propia muerte, no se sabe por qué causas, no se retiraron los escombros de aquella demolición. Como por una maldición por aquel derribo, pasaban los años y no se edificaba nada en aquel lugar. … Gonzalo nunca llegó a echar esa carta al correo. A los pocos días de escribirla, abandonó el seminario. Comentaba el rector entre los seminarista, que a Gonzalo lo había engañado el demonio. … Gonzalo vivió de la mendicidad, de la caridad hasta el día de su muerte. Lo encontraron en principio de estado de putrefacción sobre un jergón, entre cartones, en una casa abandonada a las afueras de la ciudad. Que pareciera que, parte de su cuerpo hubiera sido comido por las ratas. Dicen que ya pasaba los setenta y muchos años, y que era buena persona y que, a causa del alcohol, veía demonios y se peleaba con ellos. También decían que él decía, que había sido, en sus años mozos, seminarista, pero que aquella vida no le iba. Y las gentes le preguntaban entonces: “Gonzalo, ¿mejor esta vida que llevas, que la de ser cura? Pero hombre, si vivir como un cura es lo mejor” Y Gonzalo, con un tetrabrik de vino en la mano, levantaba los ojos al cielo y, cayéndosele alguna que otra lágrima, recitaba el Magníficat. Y las gentes lo trataban de loco, de hombre bueno y afable, pero al fin y al cabo, de un pobre y desgraciado loco.
FIN

20 comentarios:

  1. Qué triste, no?
    Y más, con esa explicación que das al final...


    Besos-Besicos, Guillermo!

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  2. Me gustaron las cartas... pero muy bueno que contaras que fue lo que paso.
    tiene nostalgia y tristeza.
    Me encantó!

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  3. Aclarado al final se entienden mejor las cartas. Muy bueno, mucha emoción, buen sentimiento y llegando a donde se debe llegar!

    Me ha gustado mucho leerlas.

    Saludos.

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  4. recuperas el arte de esribir describiendo y sintiendo

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  5. Llonxana... Gracias.
    Besicos.

    Lourdes... Bueno, a veces, la vida es aún más triste... Es aquello que decimos que, "a veces, la realidad supera la ficción"
    Besicos.

    Carla... Y a mí, me encantó que te encantara... ;)
    Besicos.

    Optimus... Gracias.
    Un Abrazo.

    Noelplebeyo... Vaya... Graciasss
    Un Abrazo.

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  6. Que triste final, para Gustavo, no lo supero.

    Triste pero no por ello real.

    Besicos

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  7. Tras un tetrabrik de vino hay infinidades de historias como las de Gustavo y tú como siempre la has contado de una forma genial.
    Un abrazo

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  8. La calle esconde más historias de las que nos podemos imaginar... la verdad es que siempre aprendes...

    Besicos

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  9. muchas verdades, Guiller... a veces de loco se vive mejor.

    biquiños,

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  10. Ashia... La tristeza como el desencanto, el desamor, o la muerte, son constantes de nuestra vida, cada una en su tiempo. Depende de cada uno cómo la sienta y responda cuando lleguen. Y a veces, lo que no es normal para unos, es totalmente razonable para otros.
    ;)
    Besicos.

    Miguel... Gracias, Senderista.
    Un Abrazo

    MÁngeles...Qué alegria volver a verte-leerte por aquí, y... jeje... por allá. Ya te echaba de menos. ;)
    El besote es Grande para tí, por sacar un poquito de tiempo para mí.
    Besibrazos.

    Belén...Sí, recordemos la frase: "la calle es la universidad de la vida". El problema es, que no siempre encontramos ahí buenos "catedráticos"... jeje... sí, como en la otra.
    ;)
    Besicos.

    Aldi...Bueno, si no de loco, loco, por lo menos sí "haciéndose uno el loco", porque si nos tomamos todo en serio... buffff!
    ;)
    Besibrazos.

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  11. Oh Guille, que triste... que final tan duro... pobre Gustavo!!!, la verdad es que la calle esconce más de una historia como éstas, la sociedad, mientras tanto, se limita a colgar ese sambenito de "pobre loco" y punto... que triste Guille, que penita!.

    Un besote supergordo, corazón

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  12. Hola Guillermo: Detras de una botella hay muchas historias tan tristes como la que de forma tan magistral nos cuentas, tenia un amigo muy bien situado con una mujer muy guapa y dos hijos, hoy no sabemos que es de él.
    Un abrazo
    Por si acaso no puedo
    FELIZ NAVIDA

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  13. ...texto brillante
    lleno de vida
    donde la luz
    y el encanto
    que te atan
    se hace patente...


    un abrazo GUILLERMO , tu amigo :


    j.r.s.

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  14. apm... Pero siempre nos queda la gente sensible que comprende las desgracias de los demás.
    Besicos

    JuanE... Ha situaciones que uno no controla y se hacen insostenibles. Es la vida.
    Un Abrazo, y lo dicho...FELIZ NAVIDAD y Feliz Año Nuevo (sí, por si no nos vemos_leemos)

    JoséR...Gracias. Sí, tenemos nuestro cuerpo y nuestra mente, a veces, con demasiadas ataduras... a veces.
    Un Abrazo.

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  15. Un final triste, el que cuentas, que terminara en la mendicidad Gonzalo y que no llegara a echar nunca la carta, aunque me han gustado mucho estos dos posts, son muy sentidos, llegan al alma.

    Un beso.

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  16. siento llegar tan tarde, pero la dualidad de las personas me apasiona, y no importa que estado de embriaguez sea necesario, pero el otro yo algún día se mostrará. muy buen relato y gracias por compartirlo

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  17. Me ha gustado mucho esta carta llena de tantas reflexiones y cariño, pues también destila cariño.
    Me gustò, a ver cuando pones otra!!
    Besicos paisano

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  18. Perdona soy MarianGardi, que entre con el perfil del blog del encuentro de poesía.

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Hola y Gracias por tu comentario.