Asomado al balcón miraba a las estrellas mientras
exhalaba el humo de su último cigarro. Había decidido no volver a fumar. Sabía
perfectamente que el humo le machacaba los pulmones. Había ocasiones en las que
al dar una bocanada y enrojecer el tabaco al quemarse, sus pulmones se
asfixiaban y le provocaban un dolor que pareciera se le encogía y arrugaba el
pecho como una uva pasa. De pronto, un pensamiento le vino a la cabeza: su edad;
y exclamó hacia sus adentros: “¡Por Dios!…Papá”. Había superado en edad a su
padre. Tal vez, para no traicionar el respeto a los mayores, debió morir hace
dos años.
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Quizás debió detenerse a tiempo, o ese respeto también debió primar, pero no...
ResponderEliminarAbrazos.
jeje... Un pequeño guiño irónico. Gracias, Alicia.
EliminarBesicosssssss
Vaya pensamientos humeantes...pues , ojalá y no haya dicho por Dios!! haciendo un arito de esos de humo.o se hubiera santificado con una aureolita blanca sobre su cabeza...se dice aureola? ..bueno, ya sabes a que me refiero..a eso que llevan los santos...y shaaa.
ResponderEliminarNo sé, gracias por la idea, lo mismo me animo a escribir otra historia...aureolada... jajajaja.
EliminarMuaaaaaaa