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lunes, 30 de septiembre de 2019

Haiku.48


Se abrió una brecha en el cielo, y los pájaros de plata, con sus brillantes destellos aparecieron revoloteando. Fue la brisa nocturna, antes contenida, ahora un derroche de generosidad, la que en el lienzo negro de la noche pintó todo de alegría. Allá abajo, resuenan las algarabías entre campanillas y panderetas. Allá arriba, sobre la montaña, el chamán saluda y da las gracias. El infinito universo asiente.






dormita el sol,
entre cañaverales,
luna callada


miércoles, 25 de septiembre de 2019

Abrazo.6



En esos momentos
en los que trato de abarcarte
toda tú,
me doy cuenta
que no puedo
todo lo que deseo.
Y es entonces
que desearía ser
un oso grande
de peluche.
Y que te perdieras por todo mi yo.

viernes, 13 de septiembre de 2019

Una aguja en el pajar. (Abuelo, yo no seré así)


Resultado de imagen de la aguja en pajar

  
   –¿Qué lees, abuelo?
   –Pues mira, un librito que hace tiempo leí y anoche lo encontré entre carpetas y documentos olvidados.
   –¿Y de que trata?  
   –Precisamente de eso.
   –¿De qué, abuelo?
   –Pues de eso, de olvidos.
   –Ah, ya, de cuando eres mayor y se te olvidan las cosas, ¿no?
   –Bueno, no precisamente. Trata de sentimientos.
   –¿Y qué son los sentimientos?
   –La tristeza es un sentimiento, la alegría es otro...
   –¿Me lees un poco?
   –A ver, a ver… Venga, por aquí mismo.
   Y comenzó a leer:
 “Nos empeñamos, a veces, en guardar tan bien las palabras... Tan escondiditas, tan bien protegidas las ponemos, para que no se pierdan y nos duren en el tiempo, que cuando vamos a buscarlas no las encontramos y pensamos: Maldita mi suerte que no encuentro lo que busco, que no consigo recordar cual fue el lugar donde la puse. ¿Dónde, maldita sea, puse aquel ”Te quiero”, aquel “Te amo”? ¿Dónde aquellas palabras amables y sinceras de cariño? Pero si ella sabe que yo las tengo guardadas y muy bien guardadas, ¿para qué enseñárselas ahora?, ¿para qué estar continuamente sacándoselas?, ¿para qué? ¿para que se echen a perder? Ella sabe, que esos "te quiero", esos "te amo", esas tantas palabras bonitas, sólo son para ella y para nadie más. Y ahora me dice, que la situación en la que estamos, requiere que tenga que demostrarle que sí, que sí las tengo, y resulta que no las encuentro. A estas alturas ya, es como encontrar una aguja en un pajar. Y por más que quiero demostrarle y demostrarle que la quiero, que mi amor por ella no ha cambiado, me pide que le enseñe aquel “Te quiero”, aquel “Te amo” con que la enamoré. Que no le valen los que ahora le enseño, que quiere los originales. Maldita sea, ¡y no los encuentro!” Alguien, alguien me las ha tenido que esconder. Pero, ¿quién?
    –Bueno, yo creo que con esto ya es suficiente. ¿Qué te ha parecido? 
   –Abuelo, ¿las palabras se pueden esconder?
   –Bueno, es una forma de expresar una idea, igual que cuando decimos lo de “¿se te comió la lengua el gato?”, cuando le preguntamos a alguien algo, y no nos contesta.
   –Ah, ya.
   Aquella cabecita empezó a cavilar. El abuelo sonrió, pensando si su nieto, debido a su corta edad, sería capaz de digerir aquella lectura y, justo en el momento en el que iba a levantarse de su sillón para ir a darle un vistazo a la abuela...
   –Abuelo, yo no seré así.
   –Ya lo sé, sirvergonzón, que pareces una lapa abrazado a la abuela, y que te la comes a besos cada mañana, cuando tus padres te traen y se van a trabajar. Venga, revisa la cartera, que Juana está al llegar para quedarse con la abuela mientras te llevo al colegio.
   Y el abuelo se levantó y fue a ver a la abuela. Allí estaba ella, tranquila, con la mirada fija en la pared, y respirando vida a través de su “mascarita”.