Su rostro se ilumino
con el brillo de la tristeza
de sus lágrimas.
Candelitas abrasan tu corazón,
Allá, por los caminos del cielo,
unos pasos rompen el silencio.
Camina tranquilo, lento.
Nada perturba su paz.
Aquí queda, el recuerdo,
el llanto avinagrado y de ajenjo;
solas las manos,
solas,
ahítas de soledad.
Pasará la tristeza,
y los campos volverán
de nuevo a reverdecer.
Ella es fuerte como el roble,
acrisolada por la vida
a golpe de vivirla.
Fuerte como el junco,
que acompaña a la tormenta
y jamás se quiebra.
Él ya no está.
Él, sigue estando.
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