Aquella mano en la bragueta, comenzó a hurgar en la cremallera.
--Paso tía. –y le apartó la mano, que ya casi había bajado totalmente la cremallera- ¡Joder!, ¿es que he llegado hasta este puto antro para no poderme echar un puto cigarro a los pulmones?
Entonces vio que a su lado, un hombre corpulento fumaba mientras le sobaba las tetas a otra prostituta. Y sin pensárselo dos veces, alargó la mano y cogió del mostrador el paquete de tabaco que allí lo tenía junto con el mechero y el móvil.
--¿Se puede saber qué coño haces? –dijo aquel hombre girando la cabeza.
--Si fueras un cagón de mierda te lo diría, pero creo que ya eres mayorcito para saber qué es lo que estoy haciendo. ¡No te jode!
--Estás borracho, hijo de puta –contestó y lo miró con desprecio a los ojos. Le quitó su tabaco y su mechero de las manos y apartó la mirada sin hacerle más caso, dándole un pequeño empujón en el hombro.
--Que si me das un cigarro, cacho cabrón
Sin mediar palabra, aquel hombre se puso en pié, se giró y... ¡joooder!... parecía un armario con las puertas abiertas. Sin hacer comentario, le propinó un puñetazo en la cara y nuestro hombre rebotó en la barra cayendo al suelo junto con dos taburetes más, y la nariz reventada echando sangre como un cerdo acuchillado por un matarife.
Casi grogui, como pudo, se levantó y replicó:
--¿No sabes pegar más fuerte, hijo de la gran puta?
...
...
Alas 21:45h del día anterior, sonaba el teléfono. Pedro esperaba ansioso la llamada de Belén, que regresaba de unas vacaciones en Huesca con sus padres .
Riiing-riiiing-riiiing
--¿Sí? -descolgó él impaciente.
--Hola Pedro.
--¡Belén, qué alegría!. Dime, ¿ya volviste de vacaciones? ¿Cuándo quedamos para vernos, cenar juntos y... bueno, echar un polvete?
--Pedro, lo siento, pero lo nuestro... Me jode decírtelo, pero creo que debemos dejarlo.
--¿Dejar? ¿el qué?¡Coño, Belén!, no sé a qué viene esto. ¡Joder, joder!, ¡que nos vamos a casar dentro de cinco meses!
--Por eso, Pedro, por eso.
--¡Me cago en la puta, tía!... Vamos a ver, tranquilicémonos...
--No, si yo estoy tranquila.
--No, ya lo veo ¿Y me lo dices así, tan tranquila?
--Lo de que cortemos no es una decisión que haya tomado en dos días.
--Hombre, me alegra tu sinceridad, no te jode, pero yo acabo ahora mismo de recibir la noticia y sin anestesia ¿Y qué pasa con todos los preparativos de la boda, el piso, los muebles...?
--De eso ya tendríamos que hablar para arreglar las particiones.
--¡Belén, coño, no me jodas! Y lo que es más importante: ¿Qué pasa con nuestros sentimiento, por lo menos, los míos?
--... Mira Pedro, estas vacaciones no las he pasado en Huesca con mis padres. Me fui con Ángel a los Pirineos. Llevamos viéndonos ya hace un año.
--¿!Qué!? Nadando y guardando la ropita, ¿no?... Vamos, que si con el jilipollas de Pedro no salía la cosa bien... Eso se llama llevar una rueda de repuesto, aunque tú has usado un vehículo con cinco ruedas.
--¿Qué dices de cinco ruedas?
--Lo que faltaba. No, nada, cosas mías. Mira, lo que más me jode es que Ángel se haya prestado a este juego, conociéndonos los años que nos conocemos, aunque claro, ya se sabe que dos tetas...
Bueno, vale, después de esto qué te voy a decir. Dime un día para que hablemos sobre la casa y las demás cosas a repartir... Por mí, como si le pegamos fuego.
--Pedro, lo siento de veras, ya te lo he dich…
--Le dijo la araña a la mosca. Ya te llamaré –le contestó sin dejarla terminar la frase, y colgó el teléfono.
Ahora, ya de nuevo en aquel antro, a altas horas de la madrugada, Pedro se encontraba con la nariz reventada y tirado por el suelo.
...
--Repito, jilipollas: ¿No sabes pegar más fuerte, hijo de la gran puta?
No, tampoco dio contestación verbal aquel gorila, sino que le propinó una patada en las costillas, tan fuerte, que pareciera que un martillo pilón le reventara todos los órganos internos.
El silencio dominó por unos instantes todo el local. Una tos entrecortada con esputos de sangre se podía oír a ras del suelo. La oscuridad llegó a su cerebro.
En las películas, seguramente que para tumbar a un tío hubieran hecho falta, por lo menos, diez o doce puñetazos en la cara y otras tantas patadas en las costillas, pero en la realidad, con un buen puñetazo en los morros y una buena patada en las costillas, es suficiente como para dejar medio ko y moribundo a uno.
Amanecía. Un sabor salado en sus labios y un tremendo dolor asfixiante en la caja torácica le dieron los buenos días. Estaba en medio del descampado junto al poblado. No podía incorporarse. Como pudo, miró a su alrededor y pensó que el coche se lo habrían chorizado. Una sirena de ambulancia sonaba cada vez más cerca. Notó una frenada y un pequeño derrapaje de ruedas; un ruido de puertas abriéndose, unos pasos corriendo y una voz que decía: "Este debe de ser el tío". "Por lo menos -pensó- estos hijos de puta han llamado a una ambulancia". De pronto, como en una visión, vio volar sobre su cabeza un enorme dragón rojo echando fuego por la boca. Él y aquella bestia voladora se miraron fijamente a los ojos, se sonrieron, y perdió de nuevo el conocimiento.
Mientras, Belén dormía plácidamente entre los brazos de Ángel y, el sol, como de costumbre por aquellas tierras, comenzaría a iluminar las ilusiones y los fracasos de las pobres gentes que, como todos los días, sí, como de costumbre, se afanarían en ser un poco más felices que el día anterior.
......................................... FIN.................................................