¡Ay!, Lunita
de la noche negra
¡Ay!, mi Lunita
de cara de ángel.
¡Ay!,
mi luna
de sonrisa complaciente.
Que yo quisiera
en mis brazos tenerte
y con mis manos,
acariciar el cálido brillo
que de ti desprendes,
convertido en trenzas
de niña coqueta
que se arregla
para ir a la escuela sonriente .
Pero,
!ay, Luna¡,
que no eres niña
sino mujer,
andando solica
por las veredas;
subiendo amargas cuestas,
cargando con aquello
que la vida como bello te
entregó.
Déjate, Luna.
Déjate ser
mi amiga, mi compañera.
Caminemos juntos
bajo la brillante luz
que nos regalan
las estrellas,
que así,
en compañía,
las amarguras
serán menos,
y vendrán las alegrías.
Déjate,
¡ay!, mi Luna,
ser mi compañera
en el frío del invierno,
en la calidez de la primavera.
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