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domingo, 2 de noviembre de 2025

Alonso (Alonso en su amarga soledad)

 

(insporado en el final de la obra de Miguel Hernández, "El labrador de más aire)

(Alonso huye a la sierra y en su pensamiento habla amargamente con Luisa)

En la serranía me encuentro,
en la serranía me hayo.
La tierra me da cobijo
y el infierno aguarda mi desmayo.
 
Te quise y te quiero tanto,
que este amor que aún por ti siento,
si hubiera sido correspondido,
habría anidado mi corazón agradecido,
y éste no se hubiera convertido
en un pedernal áspero y malvado.
 
Yo, para ti, cada día
habría amanecido
un sol radiante
con mi sonrisa.
Y en las noches frías,
te habría abrigado
al calor de mis abrazos,
recorriendo tu piel
con mis caricias.
 
Por ti pase noches enteras
porfiando al día que me diera
una limosna de amor,
de tus labios a mis oídos.
Mas fue vana la espera.
 
Hace ya tanto tiempo,
tanto y tanto tiempo
que me dejaste de decir, te quiero...
 
Una mirada...
Por los cielos,
tan sólo una sutil mirada
de tus ojos a los míos
me hubiera bastado.
Que yo la hubiera recibido,
Luisa mía,
como agüita de Mayo
en mi corazón baldío.
Pero es que, vida mía,
me fuiste apartando, tanto,
tu cálida y dulce mirada,
que ya no me mirabas
ni siquiera equivocada.
 
Tus elocuentes desprecios
yo los hubiera cambiado
por mil mentiras de amor.
 
Cómo hubiera deseado,
tan siquiera, un fugaz roce
del aire de tus manos,
y así, de nuevo, devolverme
la ilusión, hoy ya perdida,
por volver a tenerte.
Por volver a ser mía.
 
Huyeron todos los anhelos.
Se marchitaron los amores
entre vuelos de hojas otoñales.
Se fueron yendo, como el llanto
de quien  sus fuerzas 
agotó
de tanto llorar.
Como la mies arrebatada
del campo por la hoz.
 
Se fueron las alegrías
que un día albergó mi corazón.
 
Porque, yo lo sé, y no miento,
y si miento se me pudra el alma,
que en un tiempo,
al menos, me quisiste.
Pero un tiempo y nada más,
que lo demás fue un estar
en el que no estabas,
y nada más.
Que yo hubiera querido
toda una vida junto a ti,
y demostrarte que jamás
hubieras podido encontrar
un amor como el que yo
te hubiera podido dar.
 
Luisa, amor mío,
amor de mis entretelas,
saeta que mi corazón
atravesaste de parte a parte
arrebatándome la razón;
por darte la vida, yo,
cien vidas hubiera tenido,
que las cien al diablo
las hubiera vendido.

Así te he querido.
Y aún así, te quiero yo.
 
Mas ahora, perdido estoy
entre sombras de la noche
que me gritan tu nombre.
Perdido en el recuerdo
del contoneo de tu talle,
en el baile de tus enaguas,
en el bonito de tus andares.
Perdido estoy
entre el suave de tus hombros,
en el brillo de tus ojos,
y en el cálido recuerdo
de aquella noche de abril,
en la que la luna llena,
mágicamente iluminaba
nuestro primer encuentro.
 
¡Maldito Amor
que me llenó de amor
de ti!
 
¡Malditos los Celos
que de celos
me hicieron perder la razón!
 
¡Maldita la hoz
que en mis manos cayó!
 
Sé que no merezco perdón.
 
Ay,
si tan sólo pronunciaras mi nombre...
Tan sólo eso, mi nombre, flojito,
sin apenas gastar aliento.
Solo así, tal vez, de mí,
se quiera apiadar el cielo.
 
En la serranía me encuentro,
en la serranía me hayo.
La tierra me da cobijo
y el infierno aguarda mi desmayo.
 
...
 
Arados sangran los campos
entre llantos de noche negra.
La muerte vela que vela,
la muerte lo está velando.
 
Alonso araña la sierra
entre ladridos al viento,
mil sombras lo van siguiendo
para acunarlo en la tierra.
 
Mientras, allá abajo, en el pueblo,
lloran campanas a un muerto,
lloran las mozas en su agonía.
 
La noche sucederá al día.
De nuevo se sembrarán los campos.
La muerte, incansable, sigue sus pasos.
 
...
 
Luisa, amor mío,
en la serranía me encuentro,
en la serranía me hayo.
Sintiendo estoy
el negro velo de mi desmayo.


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