
Abrí los ojos
a lo oscuro.
Sobre mi almohada,
tu perfume embriagaba
mis recuerdos.
Pasaban de puntillas las horas,
en silencio, sin hacer ruido,
pero derramando
sus minutos en mi pecho,
que se me clavaban
como crueles alfileritos negros.
Infinito se me hacía el tiempo,
inmenso,
como el mirar
de tus "ojicos guapos";
y yo, perdido,
como aquel barquito velero
que jamás llegará a puerto;
como quedar sin aire
en los pulmones
en una eterna agonía.
No me robes luna
sus recuerdos;
desde lo alto del cielo,
nunca me robes sus recuerdos,
porque muero.
Entre tanto, la noche pasaba,
se me consumía el alma
de soledad.
Y quise volar hacia ti,
queriendo seguir
el rastro de tu huella,
la misma huella
que en mi cuerpo dejó
aquel perfume nocturno
y que reclamaba tu presencia.
Por un instante,
sentí a la noche morir a mares.
Tal vez soñara
no amanecer contigo.
…..ooOoo…..
Eso tiene los rasgos de una pesadilla, porque no hay nada mejor que amanecer al lado del ser amado.
ResponderEliminarUn abrazo, Guille y que sólo sea eso.
Basado en hecho reales. Bueee, quizás la sangre no llegó al río, pero ya conoces a estos quescriben poesía loxageraos q son. Ja 😉
ResponderEliminarBesibrazos.