
Sentado
frente al futuro,
me rompo en mil pedazos
entre sombras
que se proyectan a mi
alrededor.
Él,
llega con sus duendes
ataviados del mañana,
tejiendo sueños de esperanza.
Llegan,
entre tramas de incógnitas,
urdimbres por descubrir.
Recojo mi cartapacio
repleto de vida
y escribo en el envés
de cada folio
todo aquello
que me viene
a la memoria,
todos aquellos pequeños
trozos de vida
que podría haber mejorado.
Y a cada anotación,
me voy dando cuenta,
por vez primera
y en conciencia,
que aún me aguarda
una senda por andar.
Es el ayer,
que siempre me dicta el mañana.
Una nueva vida.
Y no me equivoco si digo
que ya me va quedando
poco por vivir,
en comparación
con lo que ya he vivido.
Vida, hecha de retales
que me visten
y me hacen ser
lo que soy.
Y al comienzo
de esta nueva vida,
¿acaso
he regresado
de la muerte,
o es la misma historia
que se alarga,
como eslabones
de una cadena infinita
atada a mis tobillos?
¿Acaso
no morimos
en cada nueva etapa
de nuestra vida,
para volver a renacer
con lo aprendido?
Entre tanto,
los amaneceres se suceden
uno tras otro,
noche tras día,
día tras noche.
Y yo aquí,
tirando piedras
desde el umbral de mi casa
al estanque de la
existencia,
creando círculos,
creando historias.
Almacenando hoy tras
mañanas,
ayer tras ayeres.
Hasta que el propio Tiempo
diga ¡basta!
y me arrebate
el amor de sus hijos.
…..ooOoo…..