(insporado en el final de la obra de Miguel Hernández, "El labrador de más aire)
(Alonso huye a la sierra y en su pensamiento habla amargamente con Luisa)
En la serranía
me encuentro,
en la serranía
me hayo.
La tierra me da
cobijo
y el infierno aguarda
mi desmayo.
Te quise y te quiero
tanto,
que este amor que aún por ti siento,
si hubiera sido
correspondido,
habría anidado mi
corazón agradecido,
y éste no se
hubiera convertido
en un pedernal
áspero y malvado.
Yo, para ti,
cada día
habría
amanecido
un sol radiante
con mi sonrisa.
Y en las noches
frías,
te habría
abrigado
al calor de mis
abrazos,
recorriendo tu
piel
con mis
caricias.
Por ti pase
noches enteras
porfiando al
día que me diera
una limosna de
amor,
de tus labios a
mis oídos.
Mas fue vana la
espera.
Hace ya tanto
tiempo,
tanto y tanto
tiempo
que me dejaste
de decir, te quiero...
Una mirada...
Por los cielos,
tan sólo una sutil
mirada
de tus ojos a
los míos
me hubiera
bastado.
Que yo la
hubiera recibido,
Luisa mía,
como agüita de
Mayo
en mi corazón
baldío.
Pero es que,
vida mía,
me fuiste
apartando, tanto,
tu cálida y
dulce mirada,
que ya no me
mirabas
ni siquiera
equivocada.
Tus elocuentes desprecios
yo los hubiera
cambiado
por mil
mentiras de amor.
Cómo hubiera
deseado,
tan siquiera,
un fugaz roce
del aire de tus
manos,
y así, de
nuevo, devolverme
la ilusión, hoy
ya perdida,
por volver a
tenerte.
Por volver a
ser mía.
Huyeron todos
los anhelos.
Se marchitaron
los amores
entre vuelos de
hojas otoñales.
Se fueron yendo,
como el llanto
de quien sus fuerzas agotó
de tanto llorar.
Como la mies
arrebatada
del campo por
la hoz.
Se fueron las
alegrías
que un día
albergó mi corazón.
Porque, yo lo sé,
y no miento,
y si miento se
me pudra el alma,
que en un
tiempo,
al menos, me
quisiste.
Pero un tiempo
y nada más,
que lo demás
fue un estar
en el que no
estabas,
y nada más.
Que yo hubiera
querido
toda una vida
junto a ti,
y demostrarte
que jamás
hubieras podido
encontrar
un amor como el
que yo
te hubiera
podido dar.
Luisa, amor mío,
amor de mis
entretelas,
saeta que mi
corazón
atravesaste de
parte a parte
arrebatándome
la razón:
por darte la
vida, yo,
cien vidas
hubiera tenido,
que las cien al
diablo
las hubiera
vendido.
Así te he
querido.
Y aún así, te
quiero yo.
Mas ahora, perdido
estoy
entre sombras
de la noche
que me gritan
tu nombre.
Perdido en el
recuerdo
del contoneo de
tu talle,
en el baile de
tus enaguas,
en el bonito de
tus andares.
Perdido estoy
entre el suave
de tus hombros,
en el brillo de
tus ojos
y en el cálido
recuerdo
de aquella
noche de abril,
en la que la
luna llena,
mágicamente
iluminaba
nuestro primer
encuentro.
¡Maldito Amor
que me llenó de
amor
de ti!
¡Malditos los
Celos
que de celos
me hicieron
perder la razón!
¡Maldita la hoz
que en mis
manos cayó!
Sé que no
merezco perdón.
Ay,
si tan sólo
pronunciaras mi nombre...
Tan sólo eso, mi nombre, flojito,
sin apenas
gastar aliento.
Solo así, tal vez,
de mí,
se quiera apiadar el
cielo.
En la serranía
me encuentro,
en la serranía
me hayo.
La tierra me da
cobijo
y el infierno
aguarda mi desmayo.
...
Arados sangran
los campos
entre llantos
de noche negra.
La muerte vela
que vela,
la muerte lo
está velando.
Alonso araña la
sierra
entre ladridos al
viento,
mil sombras lo
van siguiendo
para acunarlo
en la tierra.
Mientras, allá
abajo, en el pueblo,
lloran campanas
a un muerto,
lloran las
mozas en su agonía.
La noche
sucederá al día.
De nuevo se
sembrarán los campos.
La muerte,
incansable, sigue sus pasos.
...
Luisa, amor
mío,
en la serranía
me encuentro,
en la serranía
me hayo.
Sintiendo estoy
el negro velo
de mi desmayo.
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