
La circunferencia no se encontraba. Por
más y más que lo intentaba no lograba encontrarse a sí misma. Giraba y giraba
sobre sí, pero cuanto más giraba, mayor era la pérdida de su identidad. Cada
día enloquecía y se entristecía más y más. Ella se consideraba una preciosa y guapa circunferencia pero,aún sin saber lo que podría ser, había algo que no terminaba de hacerla feliz. Algo fallaba en lo más intrínseco de su ser. –¿Será cierto que soy una circunferencia?–se preguntaba. Y esa pregunta, cada vez era más hiriente en su cerebro.
Y así, una mañana, cansada de estar cansada de ella misma, cansada de tanto dudar de su identidad, decidió
ir en busca de ayuda. Primero fue a visitar a su amigo don Triángulo, casado
con doña Hipotenusa, pero no pudieron ayudarla, ya que estaban intentando enseñarles a sus dos hijos el Teorema de Pitágoras; ardua tarea, ya que estos niños solo pensaban en jugar todo el día, aparte deque a ella siempre les pareció un tanto, digamos, catetos. También visitó a don Círculo,
un famoso y afamado psiquiatra. Éste, liado y empeñado en encontrar su
cuadratura que, según él tenía que tenerla extraviada por algún sitio, no le
hizo mucho caso. Más bien, ni caso. Eso sí, por aquella consulta, sin
resultados positivos, le cobró 180º. Ella se dio media vuelta y salió de la
consulta entristecida porque, aparte de cobrarle aquella cantidad exagerada de grados, le falló la confianza puesta en
él.
Ruló y ruló preguntando a magos pentagonales, a cruces curanderas, sabios
de postín de puntiagudos sombreros, feriantes trapezoidales, echadoras de cartas rectangulares y
hasta romboidales, astrólogos estrellados... e incluso preguntó a su vecina del
2º izquierda, doña Línea Recta, que tenía fama de pitonisa en el barrio, pero
nada, nada de nada. A doña División ni le pudo preguntar, porque tenía a su hijo Quebrado en el hospital, una desgracia, lo pilló un óvalo que iba a más velocidad de la permitida y, ya se sebe, los óvalos van como locos.
Cansada y decepcionada por aquella búsqueda infructuosa de su identidad, la
circunferencia fue a sentarse sobre una raíz cuadrada que sobresalía del terreno.
–¡Hola! –dijo la raiz cuadrada.–¿Sí? –y la circunferencia miró a su alrededor.–¡Ummmh! ¡Aquí, debajo de tu trasero!–dijo a malas penas sin poder casi
hablar.–¡Ah!, perdona. Lo siento mucho –dijo la circunferencia sobresaltada.–No hija, no te preocupes, no tiene importancia, si ya estoy acostumbrada.
Precisamente ayer, una espiral como tú, pero más gordita, se sentó justo encima
de mi boca, y no me dejó siquiera gritarle para que se apartara. Así tres
horas, oyes. Por lo menos tú me has dejado media boca libre.–Oye, ahora que lo pienso… Acabas de decir que, "una espiral como yo..."–Sí, claro, ¿por qué lo dices?–¿Es que acaso no te das cuenta de lo que soy? –replicó doña Circunferencia algo
molesta.–¡Toma! ¡Anda ya! Pues claro, eres una espiral.–Tú no sabes lo que estás diciendo. ¡Soy una circunferencia!–Vale, no pienso discutir contigo. Si quieres ser una circunferencia… Allá tú,
pero mira lo que te digo, yo no sabré lo que estoy diciendo, pero tú ni
siquiera sabes quien eres.–Anda, pues sí, en eso llevas razón. Ahí más dao –dijo apenada– Por más y más
vueltas que me doy a mí misma... nada, que no me encuentro. Y eso que he
ido a miles de sitios a ver si me resolvían el problema.–Pues asunto resuelto, hija, que ya te has encontrado –respondió la raíz
cuadrada resuelta.–¿Estás segura de lo que dices?
–Ay, hija, qué pesadita eres. A ver, déjame que te explique. –Y la
raíz cuadrada comenzó una rápida y vertiginosa explicación, casi, casi sin
respirar de principio a fin– La palabra circunferencia es un término utilizado
en geometría para definir a una línea curva cerrada que se caracteriza por la
ubicación de sus puntos, ya que éstos se encuentran localizados a la misma
distancia de otro punto llamado centro. ¡Ay!, ¡que me asfixio!. ¿Tú eres así?. No, espera, no me respondas.
–Pues ¿para qué preguntas?
– Es que he parado para tomar resuello.
–Ah.
–Vale. Sigo. La circunferencia a su vez
se encuentra integrada por un conjunto de elementos, algunos de ellos son: el radio, diámetro, la cuerda y el arco. –la raiz cuadrada paró de golpe y siguió más pausada– Y ahora sí,
responde. ¿Tú tienes algo de estas cosas o te sientes identificada con lo que
he dicho?
–Mmmmmm… A ver…
–¡Venga, que no tengo todo el día!
–Hija, es que así, de sopetón… Pues…
pues… Pues la verdad es, que como lo has dicho así, tan deprisa, pues que no sé. Bueno, en
lo más básico, básico…básico… Pues que no, oye, que no me veo yo así. Creo que
no. Pero si no soy una circunferencia… ¡¿Qué soy?! –dijo medio histérica.
–No te digo… Mira, –respondió la raíz
cuadrada ahora mucho más lenta en su explicación– ¿tu te sientes como una línea curva, generada por un
punto que se va alejando progresivamente del centro, a la vez que giras
alrededor de él?
–La verdad…
–¡Noooo!, que no contestes…
–¡Jo!, pues no preguntes...
–Sigo –y siguió muy lentamente– Y además
de todo eso que te he dicho, normalmente se te define con una función que
depende de dos valores, a saber: el ángulo del punto respecto a una eje de
referencia, y la distancia desde este punto al centro, situado en el vértice
del ángulo?
–Jooooope… ¡Ya me has liao! Mira, la
verdad de la buena es, que yo creo que sí, por ahí ando… mejor dicho, por ahí
ruedo… o lo que sea. Creo.
–Pues entonces, problema resuelto. Eres una espiral. Anda hija, con dios.
–Pues ¡muchas gracias!–Ale, de nada, hasta otra.
Y doña circunferencia, perdón, doña espiral, se sintió bien, se sintió feliz, porque por primera
vez en su vida tomó conciencia de lo que era, a pesar de seguir sin encontrarse a sí misma. Pero esa es otra historia diferente que no viene al caso. Así, que se
marchó muy contenta dando botes y mil giros de alegría. Y allá por donde
pasaba era tal el ímpetu y la algarabía de sus vueltas y revueltas, que la gente quedaba totalmente hipnotizada al
mirarla.