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martes, 2 de agosto de 2022

La amante impertinente.

 


 Si bien nunca se dejó ver, sí que notaba su presencia. Siempre me seguía, a todas partes donde yo fuera, ella me seguía. Sus mensajes de amor llegaron a agobiarme. 

De ser primeramente una tímida y perfecta desconocida, poco a poco pasó a hacerse totalmente presente en mi vida. Primero, pequeños mensajes de amor, como: “Mis sueños son amarte” o “lograré conquistarte” o, “cada día que pasa más te amo”  y desvaríos así. Al poco tiempo, esos pequeños mensajes pasaron a ser algo más largos, pero era tal su fijación por mí, que paulatinamente hizo que terminara enviándome mensajes más extensos y amorosos, incluso de varias páginas; cartas en las que siempre terminaba diciéndome:  “Soñar contigo es mi obsesión 

 ¡En todos sus mensajes siempre terminaba soñando conmigo! 

Llegué a agobiarme, ya no podía resistir más.  Era mucho tiempo soportando tanta tensión. Y es que, todo en esta vida tiene un límite y yo, ya no podía más. Hasta que llegó el momento en el que sentí tal desesperación, que no tuve más remedio que actuar. Así yo no podía seguir viviendo, tenía que poner fin a esta situación, truncar sus sueños de amor, su persecución implacable a mi persona. ¡Se estaba adueñando de mi vida!.

Una noche, en mi biblioteca, después de leer su última carta, la doblé meticulosamente y la dejé sobre la mesita junto a la copa de brandy que había apurado hasta el final. Me levanté y me dirigí a la caja fuerte. El resplandor del fuego de la chimenea iluminaba lo suficiente, así que no fue necesario encender la luz. Marqué la combinación y la abrí. Allí estaba, dormido de muerte. Inmaculado. Jamás lo había  usado. Su brillo de fuego, a causa del resplandor de las llamas de la chimenea, por segundos cegó mi pensamiento. Respiré hondo y, como madre que saca a su hijo de la cuna, así lo saqué yo, entre mis manos. Estaba cargado. Lo amartillé, metí el cañón en mi boca y lo apoyé en el paladar. Un segundo, dos, tres... Lentamente, como el que saborea un Martini contemplando un atardecer, apreté el gatillo. 

En fin, entiendan que era la única forma de pellizcar a la muerte para que así, dejase de soñar conmigo.

 

(Relato basado en: 

“Pellízcale a la Muerte,

porque creo que conmigo

está soñando.” 

que publiqué en 2010 en el “Rincón” Opaca Lucidez)

2 comentarios:

  1. Wowww..me ha encantaaooooo...Yo pensando en que te habias ligado un pesada de esas que no te dejan en paz.....pero no...con esa ni jugando..besososoos

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  2. Jaaaaa... Se enamora de nosotros nada más nacer. Besicos

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