Como cada mañana, Ana salía de su chabola de cartones, maderas, plásticos y chapa; cruzaba el descampado y se dirigía junto a Braulio, su amigo del alma, el cual la esperaba, como de costumbre, todos los días, sentado en el banco que hacía el número cinco, en orden, según por donde ella venía.
Todos los días a la misma hora, nueve de la mañana, se encontraban, se saludaban con un hola y un buenos días y se besaban. Un besito corto, amigable, cariñoso, sentido y en los labios. Un piquito.
Ana y Braulio, eran dos chabolistas de aquel barrio de almas descolgadas de los percheros de la gran ciudad. Eran entraditos en edad o, mejor dicho, algo más que maduritos. Él, con ochenta y tres. Ella... bueno, ella, la muy coqueta, jamás quiso decir su edad.
-¿Vamos?, -decía él.
-Vamos -decía ella.
Y así todos los días. Bueno, todos los que la salud les permitía, porque es que, habían días en los que él o ella faltaban a la cita y, entonces, él o ella, se dirigía a la casa del otro para ver qué pasaba y cuidarlo o cuidarla, según quién fuera.
Siempre tomaban su cafelito, como lo llamaba ella, en "Casajuan" y después, con la parsimonia que su edad les recreaba, marchaban de la mano rumbo al parque de Santa Catalina, a visitar a las amigables plataneras junto al lago de cristal, como todos los días, con sus negras y grandes bolsas de basura, repletas de esperanzas.
-Mirad, ya llegan -decían los jardineros municipales encargados del mantenimiento del parque.
-Trabajo que nos ahorran.
Y Ana y Braulio llegaban como niños ilusionados.
Junto a los árboles plataneras, ellos se sentían mágicos. Mágicos y a la vez agradecidos por aquel regalo diario que recibían de sus amigos los árboles.
-¿Qué te parece Braulio? -le decía Ana mientras él, embobado, miraba el mecerse y el caer de las hojas al suelo.
-¿Vamos? -continuaba ella diciendo
-Vamos -asentía él.
Y metidos en faena, una a una, con esmero y con cuidado, iban recolectando aquellas hojas caídas como si fueran bendición del cielo.
Aquellos cuerpos, viejos cuerpos encorvados, aun más se encorvaban para llegar al suelo y recoger sus regalos.
-Un pincho, voy a tener que usar un pincho, Ana -decía Braulio- Cada día me cuesta más agacharme.
-No, Braulio, no. No las mates.
Y Braulio asentía condescendiente meneando la cabeza y seguía fatigado junto a Ana, en la tarea diaria.
-Sí, así, que nos ahorren el trabajo -se decían los trabajadores del parque.
Hacía días, unas dos semanas que ya, ni Braulio ni Ana aparecían. Dos semanas. Aquello extrañaba al personal del parque. Extrañaba a todas las gentes que, todos los días, por aquellas horas, pasaban por allí y veían cómo la peculiar pareja de ancianos, se atareaban en su faena de recoger hojas del parque. Pero aquel día no aparecieron, al igual que desde hacía dos semanas, día tras día no aparecían. Dos semanas.
Dicen, que unos gitanillos, mientras jugueteaban por el interior de la finca “Casagrande”, a las afueras de la ciudad, vieron una chabola un tanto rara. Dicen, que les llamó la atención las hojas de palmeras entrelazadas formando figuras y arcos a la puerta y alrededores de la chabola. También dicen, que les llamó mucho la atención, la cantidad de cristalitos centelleando rayitos de sol, rotos y anudados en una larga cuerda que circundaba a la chabola ¿Y aquellas figuras tan raras, hechas con piedras sobre piedras?. Dicen que había una gran estrella reluciente, hecha de lata, coronando la chabola. ¡Aquello sí que era algo genial!. Dicen, que esos gitanillos entraron pero que, nada más cruzar el umbral de la entrada se asustaron, a la vez que se sorprendieron al ver dos cadáveres juntos de la mano, vestidos con gasas y linos de colores. Como novios. Amándose para toda la eternidad, como quienes se quieren de verdad, sin necesidad de palabras, porque así, con tanto amor, todo se sabe y se entiende, se comprende y se acepta. Pero lo que más les llamó la atención a aquellos desdichados y asustados chiquillos fue, que toda la estancia estaba forrada de hojas de árboles. El suelo era mullido y crujía. Y un olor a perfume de madera seca y tierra húmeda invadía el ambiente. Los gitanillos salieron corriendo de estampida llenos de miedo, y contaron a sus padres lo ocurrido. Todo el barrio chabolista se enteró de que, aquellos locos de las hojas de otoño, habían creado un mundo íntimo, personal y caprichoso, para dar su último adiós, a la Vida.
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Y es que, una mañana de esta semana, Yolanda y Guillermo, compañeros de trabajo, se dedicaron un ratico a recoger algunas-muchas hojas del suelo, de las que caen de las plataneras (que así se llama a ese árbol) que hay por los jardínes del centro de trabajo. Y es que, ella, presidenta del APA, las necesitaba para adornar el colegio.
-Guille, es que estamos en otoño y hay que hacer cosas para adornar los pasillos -y Guillermo y ella, recoge que te recoge. Qué vergüenza Guille.
-¿Vergüenza, de qué?
Y más recoge que terrecoge con aquella gran bolsa de basura.
Y así se me ocurrió esta historia.
Hola Guillermo, con cuanta melancolía y tristeza he leido tu post, no sé porqué me he imaginado a esos dos ancianos juntos en sus últimos momentos demostrandose tan grande amor en la adversidad.
ResponderEliminarMuy bonito Guille, gracias
Gracias a tí, Sinespacio.
ResponderEliminarUn abrazo
Nos vemos el domingo en la tarde-noche
ResponderEliminarBesibrazos
Acabo de llorar leyendo tu post, tanta ternura y tanto amor, el ideal, el soñado!!
ResponderEliminarSe me trepó la melancolia sin permiso, y me encontré, recostada en mi sillon, leyendo y llorando.
Tu post magnífico, mi melancolía, una traicionera.
Un abrazo muy grande amigo...
Jopé, estas cosas no se hacen,
ResponderEliminarque me he quedao mu triste yo con el post de hoy.
Que no es porque sea feo, ¡qué va!
Es por todo lo contrario.
Y se ponen a recoger hojas para adornar el lugar en el que van a estar juntos para siempre... Qué bonito, por favor!
En fin...
Que besos-besicos, Guillermo.
Hola, estoy contactando con gente de nuestra ciudad a través de este blog, en primer lugar para intercambiar opiniones y demás y de paso si lo deseas echar un vistazo a mi blog, por cierto muy interesante tu blog saludos José Antonio
ResponderEliminarBonita historia llena de melancolia otoñal.
ResponderEliminarBuen fin de semana, J.J.
Ay Guille, que hermoso relato!..Te salió genial...pero no he sentido pena al leerlo, no, al contrario, me ha llenado de esperanza, de sueños, de dulzura. El amor de estos viejos ha colmado mi corazón.
ResponderEliminarBesitos de otoño para tí.
Me gustan las historias de amor caduco, siempre me da mucha mas esperanza que los cuentos de hadas...
ResponderEliminarBesicos
Cuanta emoción y que preciosidad de post guille!!!
ResponderEliminarCuantos sentimientos juntos para cosechar estas palabras y esta historia...
Gracias por compartirlo..geniál como siempre!!!
Mil y un beso
Otoño de hojas que caen,
ResponderEliminarárboles que deshojados quedan,
suelos invadidos de hojas muertas,
ya no sirven para adornar,
sólo para tirar.
Otoño gris y caduco,
sediento y seco,
déjanos y traenos la luz.
Otoño vete ya,
y deja que vuelvan las flores,
los días, y el calor.
Maravilloso tu escrito te felicito y te dejo una rosa de color azul.
Un beso.
Otra vez nos sorprendes, Guillermo, por la ternura de este relato y la sabiduria que encierra la actitud de esos dos enamorados.Precioso.
ResponderEliminarUn abrazo de dos.
Me gusta la casa que has descrito, me gusta el perfume a madera seca, la magia que sale de la nada. Chispas diarias de complicidad, porque al fin eso es el amor...mucho en muy poco... Estoy segura de que tú me entiendes.
ResponderEliminarMe ha encantado, por su ternura, y por la sorpresa de la bolsa de basura.
He imaginado sus casas como cuevas de cristal...como esas que hacen los niños en sus andanzas, recogiendo un poquito esto un poquito aquello.
Y también he visto a Guillermo y Yolanda, cogiendo hojas en el parque y he sonreído, porque era hermoso.
Un beso enorme.....Gracias por estar ahí.
Que post para mas tierno, cargado de entanto sentimiento, he tenido una sensación de tristeza infinita en cada palabra, y es que no sé si es que estoy muy sencible o que, pero me ha gustado mucho tu post.
ResponderEliminarBesitos.
Se ne quedó cara de tonta y me hiciste estremecer... que extraño es el destino...
ResponderEliminarPreciosa historia, muy dura desde mi perspectiva, pero tan humana...
Besos, niño y buen fin de semana
Me encantó. La ilusión no debería morir nunca, tengamos la edad que tengamos. Me conmovió el hecho de no querer utilizar el pincho para no dañar la hoja :)... y el palacio que se construyeron, si es que al final los sueños no son tan difíciles de cumplir. Un besuco.
ResponderEliminarKalista... Unas lagrimitas bien echadas, de vez en cuando, van muy bien para descongestionar el alma.
ResponderEliminarRecibido tu abrazo y te envio otro fuerte.
Besicos.
Lourdes... de tristezas, nasti de plasti... vale?... Alegría pa ese body. Que da gusto pensar que un@ pueda encontrar un amor así... Y si no, pues que de ilusión tb. se vive... pero hay que vivir más en la realidad, eh???... :)
El currele bien???
Besicos.
José Antonio... Gracias por tus palabras y tu ofrecimiento, pero el que el tiempo... No quiero comprometerme con nada ni nadie, porque mi sentido del compromiso me daría algún que otro tirón de orejas... Eso no quiere decir que no pase por tu blog, que será que sí.
Un abrazo.
josé javier... Ya vine del finde y sí lo pasé bien.
Gracias.
Un abrazo.
Marysol... Síííí... eso. Esperanza y alegría.
Me salió del tirón cuando me puse a escribir. Recuerdo que, recogiendo hojas le dije a Yolanda: "Nos van a llamar los locos de las hojas de otoño"... Joder!!!... que me gustó y le dije que crearía una historia... Y ya ves.
Besicos.
Belén... Cómo lo sabes... Y es que las hadas, no dejan de ser hadas.
;)... Besicos.
Moira... Genial tú.
Gracias.
Besicos.
María... Gracias por tu presencia, tu poema, tus palabras y tu rosa azul.
Besicos.
LoyLo... Y a mí que me llena de alegría vuestras palabras. Gracias.
Besibrazos.
Elbi... Hermoso???... jajaja... y no sabía decir ella otra cosa que, "qué vergüenza" y yo, pues eso: "y qué, ponte detrás de los coches y así no te ven, y si te ven..." y entonces fé cuando me salio decir lo de que nos llamarían los locos de las hojas de otoño.
Gracias por estar ahí.
Besicos.
Cathy... Puede que estés pasando por unos días de melancolía. No te preocupes. Disfrútalos porque esos días nos sensibilizan más a la vida... pero solo unos diitas, eh? :)
Gracias por tus palabras.
Besicos.
Dianna... El finde, bien, Gracias.
De la hª... bueno, dura si la sociabilizamos y los vemos como indigentes, pero si miramos el amor que se tienen... :)
Besicos.
Carlota... Sí. El amor se encuentra hasta en los rincones más insospechados. A cualquier edad.
Sabes???... La mayor pirámide, el mayor monumento fúnebre, se queda pequeño ante la tumba de Braulio y Ana.
Besicos.