No puedo. Se me acaban las ideas porque se me escapan por entre rendijas de mi cerebro hacia la mar, como barquitos veleros que huyeran de ser tragados hacia tierra o ser estrellados contra el cantil del puerto.
No puedo.
Se me acaba la expresión de mi cuerpo, inmovilizado por este yugo que domina cada músculo de mi cuerpo y no puedo moverme.
No puedo.
Desfallezco y me hundo en el barro de mi peana desmoronándome como un edificio que implota para dar paso a un solar de cascotes sin alma, sin poesía. Cascote sobre cascote también forman poesía, pero poesía muerta, poesía negra, poesía polvorienta de tristeza y lágrimas.
No puedo.
No puedo ver la luz del mediodía a través de mi ventana porque está cerrada de amor y de pasión. Mi corazón se encierra entre paredes de espinos y funde la llave en el averno, convirtiéndose en líquido incandescente que bebo lentamente para saborear mi agonía.
No puedo.
No puedo sentir en mi piel el tacto de tus manos cuando me acaricias ni sentir tus besos al besarme. Ni el suave tacto de tus dientes al morder mis labios. Soy un tronco de corcho a la deriva en la marea de mis tormentos que me acechan clandestinos.
No puedo.
No puedo mover mis brazos para atraer tu cuerpo desnudo, ni acariciarlo con mis manos cuando te acuestas a mi lado. Ni con mis manos puedo abrigar tu linda cara ni abrazarte tiernamente y cobijarte del frío de mi invierno.
No puedo.
No puedo amarte porque estoy clavado en este asfalto de mi vida gris ceniza, vida que antaño fue leño ardiente de un amor apasionado. Y esta vida se me seca, lentamente, como el riachuelo en la sequía, porque le falta aquella lluvia que antaño le daba la vida. Y cuando veo tus cuidados, tu esmero con mi cuerpo hecho trapo, miro al cielo, ese mismo cielo que embellece la comisura de tus labios; esos labios que me cantan y me leen, los mismos que me hablan y no entiendo. Y es entonces que suspiro en mis adentros queriendo que no me faltes, queriendo, tu libertad.
No puedo conmigo mismo, ni arrancar la espina atravesada que hay en mi garganta cada vez que te miro y sé, que por mi culpa, a pesar de tu sonrisa de ángel, te me estás muriendo, día a día, por ofrecerme tu vida.
No puedo.
Se me acaba la expresión de mi cuerpo, inmovilizado por este yugo que domina cada músculo de mi cuerpo y no puedo moverme.
No puedo.
Desfallezco y me hundo en el barro de mi peana desmoronándome como un edificio que implota para dar paso a un solar de cascotes sin alma, sin poesía. Cascote sobre cascote también forman poesía, pero poesía muerta, poesía negra, poesía polvorienta de tristeza y lágrimas.
No puedo.
No puedo ver la luz del mediodía a través de mi ventana porque está cerrada de amor y de pasión. Mi corazón se encierra entre paredes de espinos y funde la llave en el averno, convirtiéndose en líquido incandescente que bebo lentamente para saborear mi agonía.
No puedo.
No puedo sentir en mi piel el tacto de tus manos cuando me acaricias ni sentir tus besos al besarme. Ni el suave tacto de tus dientes al morder mis labios. Soy un tronco de corcho a la deriva en la marea de mis tormentos que me acechan clandestinos.
No puedo.
No puedo mover mis brazos para atraer tu cuerpo desnudo, ni acariciarlo con mis manos cuando te acuestas a mi lado. Ni con mis manos puedo abrigar tu linda cara ni abrazarte tiernamente y cobijarte del frío de mi invierno.
No puedo.
No puedo amarte porque estoy clavado en este asfalto de mi vida gris ceniza, vida que antaño fue leño ardiente de un amor apasionado. Y esta vida se me seca, lentamente, como el riachuelo en la sequía, porque le falta aquella lluvia que antaño le daba la vida. Y cuando veo tus cuidados, tu esmero con mi cuerpo hecho trapo, miro al cielo, ese mismo cielo que embellece la comisura de tus labios; esos labios que me cantan y me leen, los mismos que me hablan y no entiendo. Y es entonces que suspiro en mis adentros queriendo que no me faltes, queriendo, tu libertad.
No puedo conmigo mismo, ni arrancar la espina atravesada que hay en mi garganta cada vez que te miro y sé, que por mi culpa, a pesar de tu sonrisa de ángel, te me estás muriendo, día a día, por ofrecerme tu vida.
Jo, qué bonito Guillermo!
ResponderEliminarEso se llama amor con mayúsculas, no?
Que tú no podrás pero ella está ahí, siempre, pudiendo por los dos...
Umm, precioso!
:)
Besos-Besicos, Guillermo.
muchacha... lourdicas... que yo no soy ese... que no estoy tan mallllll :)
ResponderEliminarBesicos.
"No puedo" dejar de leer estos párrafos,tan llenos de remordimientos de una forma tan poética y bella.
ResponderEliminarUn abrazo
menos mal que se lo aclarastes a lourdes!!!!!!!!!
ResponderEliminarya me estaba poniendo re mal!!!!!
los poetas y su imaginación.....
un abrazo
Si ella quiere estar a su lado, si le cuida y le mima, si le dedica esa sonrisa en sus labios, es que ella es libre y está ahí, donde quiere estar.
ResponderEliminarSi puede, intentar hacerla feliz... siempre se puede.
Precioso, Guillermo. Un texto lleno de sentimiento.
Como dice uno que sabemos, besiabrazos, para tí.
A ver, Guille, que ya suponía que no eras tú, criatura.
ResponderEliminarPero como estaba escrito en primera persona,
pues me he dirigido a ti...
jeje
Por cierto, igual el viernes no aparezco por aquí.
Te lo digo pa que no te preocupes. No por otra cosa... :)
Besos-Besicos otra vez.
Sauce... Bueno, no exactamente remordimientos... Se supone que la clave de todo el texto está en "el cuerpo de trapo" de él... vamos una enfermedad que le paraliza el cuerpo.
ResponderEliminarY de ahí... pues...
Un abrazo.
Adri... bonica...jeje... no sufras... Sí... la imaginación que vuela alto... uno empieza a escribir y flash... la chispa y... empieza a encajar piezas.
Besicos.
LoyLo... Sí... cierto... y a ella... "no la tienen que buscar donde no está"... porque tomó su decisión...morir viviendo para darle vida a un muerto... bueno, más o menos... más o menos... jeje
Besibrazossss
lourdes... Besicos muchos.
Menos mal que me avisas... así no sufriré... jejeje... Vale tesperaré y, aunque no esté la primera, ya sabes que eres la "One"
Besicos.
Ves?
ResponderEliminarde eso no he vivido en la vida
:)
Besicos
Lo he vuelto a leer,desechando el punto de vista anterior,y con su verdadero sentido. Ahora me parece más bello aún.
ResponderEliminarSaludicos.
Jooooo que bonitoooooooooo!!!
ResponderEliminarme ha encantado esta cargado de sentimientos.
Besitossssssssssss
Belén... Bueno, aún te queda mucha vida por delante.
ResponderEliminarBesicos.
Sauce... Una vida se entrega por otra.
Un abrazo.
Mar... Tú si que vales... :)
Besicos.
Fuerza de amor y voluntad!!
ResponderEliminarQue buena entrega!!
besos ya mejor de la gripe saliendo
Muy romántico, hasta el punto justo de la muerte... y el final me ha dejado un poco por los suelos.
ResponderEliminarAbrazos
Wychyyyyy... Me alegro un montón que estés saliendo y bien de tu gripe... De verdad.
ResponderEliminarMuchos besicos.
Adr... El final... bueno, no deja de ser una amarga alegría o... una alegría amarga al ver que, la persona a la que amas, pierde la vida y se desvela por tus cuidados... por darte la vida... por hacerte menos ingrata la existencia.
Él, postrado como un vejetal, es regado diariamente con el amor.
Él, todos los días florece bellas hojas pero tb. espinas hacia sus adentros por ella.
Entiendes, verdad?
Un abrazo.
Guiller, como el post de ayer ya le tengo visto, me he pasado a este anterior que lo tenía pendiente por leer.
ResponderEliminarA veces el cielo lo tenemos tan tan cerquita ¿verdad? incluso no nos damos cuenta de que así es, y queremos atrapar otro cielo que es más irreal.
Mucho sentimiento en este poema, muy bello.
Un beso.
María... Cuando alguien dedica su vida a otra persona, reparte pedacitos de cielo... porque, necesariamente, debe de tener en su corazón un cielo muy muy grande.
ResponderEliminarBesicos.
Eres muy talentoso amigo y sabes conjugar con maestría los más caros sentimintos. Un abrazo y aplausos!!
ResponderEliminarAlma... Gracias!!!
ResponderEliminarEstoy visitando mis post de por aquí abajo, porque veo que me has dejado comentarios por algunos de ellos.
Besicos.