Como sincronizados, aquel bostezo y el sonar de las doce de la
noche en el reloj del ayuntamiento, frente a su casa, hizo que Consuelo
empezara a pensar en marcharse a la cama. Luís hacía rato que, con un libro en
la mano, marchó a leer un poco antes de dormirse como tenía costumbre. Consuelo
se levantó, apagó la tv, ordenó un poco la mesita del salón, y lo propio con
algunas cosas en la cocina; apagó aquellas luces que quedaban encendidas y dejó
la del pasillo para no tropezarse camino del cuarto de baño. Alguna crema para
la piel de su cara, ya algo marcada por el tiempo y se lavó los dientes. Cuando
salió, apagó la luz del aseo y la del pasillo, y así, a oscuras, entró en el
dormitorio. Luís ya estaba durmiendo y roncaba algo. Consuelo se metió en la cama
y con un pequeño toque a Luís, hizo que éste cambiara de postura para que
dejara de roncar. Así lo hizo. Eran las doce y media de la noche. No podía
dormir. Es más, ya estaba acostumbrada a pasearse todos los viernes por la
noche, por los diferentes mundos existentes en su cerebro: que si la economía,
que si los problemas escolares de los hijos, que si qué voy a hacer mañana para
comer, que si hay que llevar a Luisito al dentista, que si el mes que viene
tenemos una boda y hay que hacerle el regalo a los novios… Macarena ya empieza
a tontear con los chicos; con 13 años, ya se está haciendo una mujer, y
Fernando… ay, este hijo… claro, como es el de en medio… Consuelo tenía, todos
los viernes, un viaje a su mundo interior. ¿Qué horas serían? ¿las dos? Sí, las
02:04, para ser exactos. De repente, un ruido de trasteo en la puerta. Aguzó el
oído. Ningún sobresalto. La puerta se abrió con sigilo y, un leve portazo, casi
imperceptible, sonó a gloria en su corazón -Ese es Jose–dijo para sí. Una sonrisa, acompañada de un pequeño suspiro,
invadió su corazón. Luís dormía plácidamente.
Consuelo seguía y seguía en sus
cosas: a veces, fantasías, otras, realidades, otras, recuerdos felices y otras,
imágenes que, aún queriendo, no podía quitarse de la cabeza. Imágenes ingratas
que, fantasmagóricas, deambulaban sin permiso por su mente. De nuevo la puerta
de la entrada comenzaba a dar su aviso. Otro leve portazo, éste algo más fuerte
seguido de un caer de llaves al suelo, hizo que Consuelo esbozara una leve sonrisa cosida a la almohada. -Fernando, cómo
no- Sí,
efectivamente. ¿A quién si no, se le podían caer tanto las cosas de las manos?
Una ambulancia sonó a lo lejos con aullidos de desesperación.
Algo más tarde, una sirena de la policía arrasaba semáforos en rojo por las
calles.
¡…?...! Fue aquella sirena última la que le impidió oir. Ya
había alguien en casa, pero ¿quién?. Abrió los ojos en la oscuridad y miró en
dirección al bajo de la puerta cerrada de su habitación. Una raya de luz, a
gatas se filtraba por debajo. Siguió Consuelo observando aquella luz, y oyó
ruidos en el cuarto de baño: grifo, algún trasteo que otro…hasta que aquella
luz que entraba a gatas por debajo de la puerta, llegó junto las comisuras de
su boca para iluminarle otra sonrisa. –Bea- penso para sí. -Esta cría, hay
que ver lo que tarda cuando se mete en el cuarto de baño.
De nuevo miró el reloj-despertador: las 03:46. Casi
inmediatamente de ver la hora, volvió a oír la puerta; otro leve cerrar, que
apenas éste se oyó y, mientras los ruidos seguían en el cuarto de baño, se
oyeron varios “clic” de apagar luces. Una sonrisa se le escapó de sus labios y,
flotando en el aire, atravesó las paredes en dirección a Felipe, y lo abrazó –Sí, es Felipe- de nuevo se dijo. Y es que,
Felipe, era ordenado y le gustaba hacer las cosas bien. Atento y con un corazón
que no cabía por las puertas. Un ligero y bajo discutir se oía: “Bea, -decía él- ¿cuanto tiempo llevas en el cuarto de baño? Tengo que orinar y lavarme los
dientes. Algo hizo que
de nuevo se viera luz por debajo de la puerta del dormitorio. Seguramente,
Felipe iría al aseo pequeño a hacer su pis y cuando Bea, con su habitual parsimonia
terminase, él entraría a lavarse los dientes. Mientras, Consuelo seguía en las
cosas de su mente.
El camión de la basura pasaba muy tarde por su calle. ¿Qué hora
sería? Ya había pasado un buen rato desde que llegó Felipe. Todo estaba en
calma desde hace un buen rato y empezaba a sentir un sopor traicionero al cual
procuraba vencer. Luís masculló en sueños algunas palabras… no sé qué del
trabajo y de unos papeles que tenía que presentar a su jefe y una reunión… Algo
tenía que preocuparle, porque lo comentó ese mismo día en la hora de la comida.
Aquel sopor besó los párpados de Consuelo y… ¡…! … Un apagado taconeo la
alertó. Casi, casi se había quedado dormida del todo, pero con Consuelo ya en casa, Consuelo esbozó su
última sonrisa placentera,
tranquila. Y llena de paz, pudo dejarse abrazar y besar, y mimosearse por el
dulce sopor del sueño; porque, Macarena, Luis, y Pedro, aún estaban
en edad de quedarse en casa los viernes por la noche… Ya les llegaría su hora.
Por cada uno de ellos tres, ya había
esbozado una sonrisa antes de acostarse, al ir a
verlos cómo dormían en sus habitaciones.
Miró por última vez el reloj-despertador: las 04:23
Luís, a todo esto, bendecido y ungido en su frente por Morfeo.
(Dedicado
a mi hermana “L”.- Basado en una historia real... Y aprovechando que todavía
estamos en Mayo, tb va por vosotras, "Madres Del Mundo") (Buen fin de
semana)
Anda que no! Así es y así será siempre. Aunque los chiquillos sean mayores y ya sepan hacer su vida, hasta que no están "resguardaícos", la madre no descansará absolutamente nada...
ResponderEliminarEl padre sí. El padre, aún cayendo una nuclear, ahí está el tío roncando. Con sus problemas, claro que sí, pero roncando.
:)
Besos-Besicos, Guillermo!!!
Qué buena historia, Guillermo. Cuánta realidad que han en él (ya sé, está basado en hechos reales, pero me refiero a la repetición de esta historia en situaciones cotidianas). Muy bueno.
ResponderEliminarCariños!
Que bonito relato le has dedicado a tu hermana y al resto de madres que andamos por este mundo. Una verdad como un templo. Recuerdo como me reía de mi madre cuando decía que no podía dormir hasta saberme en casa, la de veces que puse a prueba su insomnio. Hoy soy yo la que no me duermo hasta que oigo la puerta de entrada.
ResponderEliminarBesos
Hola, Guillermo:
ResponderEliminarA mi me pasa lo mismo cada viernes, no me quedo dormido hasta escuchar tres veces el sonido de la puerta y esbozar otras tantas sonrisas.
Aquí la más tranquila es la mamá, que con el trajín diario termina rendida y a mi me corresponde la trasnochada.
Abrazos.
yo tango un sereno dentro de mi que hasta que no siento el cerrojo del último morfeo no viene a visitarme; genial escrito, un besote
ResponderEliminarSi es que los ángeles de la guardia se llaman madres
ResponderEliminarsaludos
Cuanta verdad relatas Guille; de mayores los hijos dan más preocupaciones que de pequeños, pero es ley de vida.
ResponderEliminarEntrañable relato..
Abrazos
Guille, me ha encantao esta historia que dedicas a tu hermana y a todas las madres del mundo... !anda que no!, mis hijas, aún no son tan mayores como para volver a casa a las tantas, así es que, de momento, me acuesto sobre las doce y media pensando en las notas, en como van en el cole, en las citas con el dentista y el alergólogo, en las... pero, con ellas en sus camas, y desde luego, con mi marido roncando a pierna suelta...ja,ja,ja, aunque Guille, tengo cuñadas y amigas con hijos e hijas mayores y me relatan "los sufrimientos" de los fines de semana y, como pasan las noches en blanco esperando que llegue éste o aquel hijo, para que, tras saberlos en casa, puedan descansarle a ellas nervios, músculos y ojos... sé que es lo que me queda, que en un futuro inminente yo estaré igual... !ay, cómo me gustaría que cambiaran las modas y que los jóvenes en vez de quedar los viernes a las doce de la noche, quedaran a las seis o las siete o las ocho... y volvieran a casa antes!
ResponderEliminarMe han encantado tu relato, absolutamente real, absolutamente tierno, absolutamente sincero y humano.
Un besote, ya sabes, de los gordísimos
Excepcional historia, contada con la calidad y el talento que te identifican. Maravillosa! Felicitaciones! Un abrazo.
ResponderEliminarQue buen relato Guillermo, y que cierto, sólo consigues dormir, cuando todos están en casa, conozco esa sensación. Un beso
ResponderEliminarBuenísimo y totalmente real, qué bien llevado está...
ResponderEliminarMuchos ebsos.
Muy bien relatado, exactamente como lo haría una mujer con ocho sonrisas, no falta detalle, ni ruido en la noche que se te haya escapado.
ResponderEliminarUn gusto leerlo.
Besos Guillermo
ay, guiller, leyendo tu texto yo debo de ser una mala madre porque aunque mi peque no esté en casa yo duermo como una piedra... bien es verdad que le tengo plena confianza y como soy optimista siempre pienso que está a salvo... las noticias malas, ya sabes, llegan hasta cuando uno no está alerta.
ResponderEliminarbiquiños.
¡Aquí estooooooy, Guille! Tarde pero seguro :)
ResponderEliminarEste relato tuyo, con toda la ternura del mundo me llega hasta la médula. Es verdad, no hay madre que no se preocupe por su "cría". Cuando son pequeños, porque lo son, y cuando son grandes porque ya no podemos intervenir en sus vidas como antes, pero siempre, siempre, atentas a todo lo que les pase.
Mis "niños" son grandes, pero es tal cual lo has contado, por cada uno que escucho llegar, esgrimo una sonrisa y una bendición.
¡Gracias, Guille! Una hermosísima historia.
Besotes y besicos.
Que tierno relato Guillermo. Así somos las madres, no hay sueño que nos venza si nuestros tesoros están en la calle. Como dice mi madre: "niños pequeños, problemas pequeños; niños grandes, problemas grandes". Los pequeños aún están en casa, los grandes... cada vez menos. Me ha encantado.
ResponderEliminarUn abrazo muy grande y feliz semana
Cuánta razón y que bonito lo expresas amigo.
ResponderEliminarYo me quedo dormido,no como cada día de la semana,un poco más inquieto,pero mi mujer lo pasa fatal y sólo hay una sonrisa en casa,así que se convierte en una gran sonrisa para ella.
Un abrazo
Lourdes...
ResponderEliminarSol
Iam
Rafael
MÁngeles
Noelplebeyo
LoyLo
Alma
Isabel
Sakkarah
Marian
Aldi
Liliana
Belkis
En primer lugar, daros las gracias por vuestros comentarios, especialmente en lo relativo a las bonikas palabras que me dedicais en lo personal.
Pues sí, como decís, las madres, o tenéis un "sereno" en la cabeza, o sois los ángeles de la guarda, o tenéis la confianza plena que, incluso si dormís, tenéis, seguro, un chip que al más mínimo presentimiento, sabéis que algo pasa. Y, aunque principalmente sois las mamis, tb los padres, en ocasiones lo tenemos... Ahí tenemos a RafaelL que nos dice que como la mami llega rendida a final de la jornada, pues él, es el que está al tanto... Yo, que como dice Lourdes soy de los que ni con una nuclear, recuerdo que cuando mis hijas eran pequeñas, tenía el sueño bastante ligero y me despertaba con el más mínimo ruidillo... No, jeje... si de daban la vueta en sus camas, no menteraba... hasta tanto no llegaba. Ahora, tengo que reconocer, que... jajaja... sí, ni con la nuclear... Es que me pilla más mayor.
12 Besicos, 1 Besibrazo y 2 Abrazos.
Miguel...Vaya, tencontré cuando he respondido.
ResponderEliminarSí, son ellas, por lo general las que peor lo pasan... Bueno, nosotros no es que lo pasemos bien,ni mucho menos, pero creo que lo llevamos de otra forma... o por lo menos, lo aparentamos.
Un Abrazo.
Guille, muy buen relato, muy real,muy bien escrito y ademas dedicado a las madres ¿se puede pedir más?
ResponderEliminarTe felicito
HOY!!!!!!!!! SIMPLEMENTE TE APLAUDO!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMaripazB...Bueno, no sé si se puede o no, pedir mas, pero con cuidadico, que con lo que está pidiendo el Gobierno... jeje
ResponderEliminarGracias
Besicos.
Mucha...Graciassssssssss!!!
Besicos.
!Pues claro que me doy por incluia, chiquillo!, !claro que sí!... !qué cosas tienes, Guille!
ResponderEliminarUn besote gordisimoooooooooooooooooooo
Mucho antes de leer la dedicatoria (me parece precioso lo que has hecho), tenía en mente únicamente una palabra: gracias.
ResponderEliminarPorque neniño, has desplegado una gran ternura y mucha comprensión, al tiempo que se nota la admiración traspasando las paredes de los sexos.
Como debe ser.
Ahí, en tu texto, creo que estamos reflejadas, de una u otra manera, todas (o casi) las madres.