Serían aproximadamente las ocho de la noche. Aquel banco solitario bajo la farola, me chistó. Al principio no podía creer lo que oía, máxime porque en aquella plaza no había nadie, salvo que estuviera escondido tras algún seto o alguna palmera. Con la mirada escruté alrededor. Nada, y al momento, de nuevo, oí que me chistaban y fue entonces cuando comprendí que era el banco, que no distaba de mí, siquiera dos metros. Al momento sentí una sensación algo extraña, ya que no era normal que un banco metálico chistara, pero en segundos sentí una especie de tranquilidad que me invitaba a sentarme en él.
--¿Qué tal, Guillermo?
Sentí en mis adentro esta pregunta, como si una dulce melodía corriera por mis entrañas
--Ya ves, momentos de soledad.
Mi respuesta no fue vocal, sino en el pensamiento. Sí, conversábamos telepáticamente. Y continuó hablándome.
--Se te nota y por eso te he invitado a sentarte conmigo.
--Dirás sobre ti -repuse.
--Bueno, sí, eso. Veo tus sentimientos a flor de piel y una cierta angustia que te embarga y te oprime el pecho y eso, no es bueno.
--Ya estoy acostumbrado -respondí
--¿Acostumbrado a qué, a que no te afecte, o a recibirlas en más de alguna ocasión? ¿Tal vez podríamos decir... cansado?
--Pareces que sabes más de mí de lo que yo pensaba.
--Soy tu conciencia -me dijo casi en susurro.
--Entonces no gano nada tratando de engañarte. Sería por mi parte una estupidez. Ya sabes de sobra lo que me pasa –e hice amago de levantarme y marcharme.
--Quédate un rato, no te vayas aún, y recuerda tus propias palabras: “Las peores lágrimas son las que se lloran hacia adentro”
--Ya, pero no siempre se puede acertar con uno mismo. Es más, somos expertos en "arreglarles la vida a los demás", y en ocasiones nuestra vida está hecha un desastre, dando largas al tiempo con la esperanza de que, algún día, se arregle la situación.
Continué allí sentado pensando en mis cosas, observando a las gentes que pasaban. Más allá, los coches por la carretera… Vuelta a mis cosas, hasta la hora en que tuve que levantarme para ir a tocar con la banda en una asociación de vecinos. Era la hora pasada del encuentro, pero me daba igual llegar más tarde.
******
Esta mañana, camino del trabajo, al cruzar la calle, he forzado a un coche a frenar un poco apurado: “Vaya forma de cruzar”, me dijo la conductora. Era Bea que llevaba a su hijo al cole. Yo, sabiendo de lo mal que crucé, le sonreí con cara de tonto.
--¿Qué tal, Guillermo?
Sentí en mis adentro esta pregunta, como si una dulce melodía corriera por mis entrañas
--Ya ves, momentos de soledad.
Mi respuesta no fue vocal, sino en el pensamiento. Sí, conversábamos telepáticamente. Y continuó hablándome.
--Se te nota y por eso te he invitado a sentarte conmigo.
--Dirás sobre ti -repuse.
--Bueno, sí, eso. Veo tus sentimientos a flor de piel y una cierta angustia que te embarga y te oprime el pecho y eso, no es bueno.
--Ya estoy acostumbrado -respondí
--¿Acostumbrado a qué, a que no te afecte, o a recibirlas en más de alguna ocasión? ¿Tal vez podríamos decir... cansado?
--Pareces que sabes más de mí de lo que yo pensaba.
--Soy tu conciencia -me dijo casi en susurro.
--Entonces no gano nada tratando de engañarte. Sería por mi parte una estupidez. Ya sabes de sobra lo que me pasa –e hice amago de levantarme y marcharme.
--Quédate un rato, no te vayas aún, y recuerda tus propias palabras: “Las peores lágrimas son las que se lloran hacia adentro”
--Ya, pero no siempre se puede acertar con uno mismo. Es más, somos expertos en "arreglarles la vida a los demás", y en ocasiones nuestra vida está hecha un desastre, dando largas al tiempo con la esperanza de que, algún día, se arregle la situación.
Continué allí sentado pensando en mis cosas, observando a las gentes que pasaban. Más allá, los coches por la carretera… Vuelta a mis cosas, hasta la hora en que tuve que levantarme para ir a tocar con la banda en una asociación de vecinos. Era la hora pasada del encuentro, pero me daba igual llegar más tarde.
Pues sí, nuestra conciencia nos conoce demasiado bien. Otra cosa es que nos paremos a escucharla, claro.
ResponderEliminarSupongo que lo hacemos cuando el cansancio emocional nos gana... Te lo digo porque a mí tb me pasa.
Besos-Besicos, Guillermo!
Y la encontramos siempre en cualquier rincón.
ResponderEliminarMuy buena conversación con la conciencia, si lo hiciéramos todos más a menudo, probablemente seríamos mejores personas, además, no se la puede engañar de ninguna manera, lo sabe todo la condenada!
ResponderEliminarMe son muy familiares esos momentos de soledad y reflexión… no eres el único, no te preocupes demasiado, acaba uno acostumbrándose a ellos.
Un saludo Guillermo.
Lourdes... Sí, es que no siempre vamos despacio y tranquilos por la vida.
ResponderEliminar:)
Besicos.
Nicy a veces, dando el coñazo... jeje
Besicos.
Optimus... Sí, y lo peor de todo, es que hay quienes pretenden engañarse a sí mismos.
Un Abrazo
que rallado el banco...a ver si la proxima vez te habla un banco y te aporta una suculenta cantidad para que la conciencia se reconcilie...
ResponderEliminarUn saludo
Me ha parecido un cuento lleno de magia que encierra mucha realidad.
ResponderEliminarMis felicitaciones
Un abrazo
Cumpa hay conciencias muy indiscretas que hacen cualquier cosa con tal de importunarnos, inclusive algunas se disfrazan de bancoa. Hala, tu a no hacerle caso, a vivir el día a día, a esforzarte por ser feliz, que la vida son cuatro días.
ResponderEliminarUn gran abrazo Guille, gracias por los regalos, por el diccionario, por seguir caminando juntos.
Deseo que tengas un 2011 increíble.
Creo que a la conciencia se le puede engañar y ver justificaciones en cosas que no las tienen, a mi me pasa, a veces me doy cuenta otras no, lo importante es buscar la forma de ser algo mas feliz, aunque tengamos que engañar a la conciencia.
ResponderEliminarun saludo
No hay mal que cien años dure, Guiller, tú bien lo sabes. Soy de las que pienso que al final las cosas acaban (ellas mismas) por tomar su propio camino, sí, a veces, llega un momento en que ya nos vemos a forzados a romper con algo o con alguna situación que nos venía incomodando y todo vuelve a enderezarse poco a poco.
ResponderEliminarLos bancos del parque siempre están ahí esperándote pero tú ya sabes que también siempre estaré aquí para ti, para escuchar tus preocupaciones, tus penas o lo que necesites. No lo olvides, no dudes de marcar mi número o escribirme. Ya sabes que las sirenas no descansamos nunca.
biquiños,
Guiller, hoy no puedo leerte, sólo vengo a desearte una feliz nochebuena mágica llena de amor, paz y felicidad.
ResponderEliminarUn beso.
Deberíamos pararnos a escuchar la voz de la conciencia aunque sea de vez en cuando. Seguro que ganaríamos. Pero somos cabezotas y hacemos caso omiso.
ResponderEliminarMuy buen relato, como siempre Guillermo.
Te dejo un cariñoso saludo de navidad y mis mejores deseos para el próximo año.
Esta amiga, Guillermo, siempre está con nosotros, se hace escuchar en todo momento otra cosa muy diferente es que se la haga caso. La conciencia siempre tiene razón, es la verdad más pura, nosotros mismos.
ResponderEliminarBesicos de Feliz Navidad.
Noelplebeyo
ResponderEliminarMercedes
Carlos
Menalcas
Aldi
María
Belkis
Ashia
Gracias por vuestros comentarios Os mando Besibrazos y Cariños.