Ella

Tiene mi niña en sus ojitos
la mirada triste y clara
de la belleza inalcanzada,
cuando las noches de luna nueva
niega sus estrellas a su caminar lento
por las solitarias veredas.


Mi niña tiene un semblante, a veces,
que parece cascabeles sonrientes
anunciando la mañana alegre
tras su despertar apacible;
a veces, su carita despide aromas nocturnos
como ascuas de amor incandescente.


Ella es bruma y mar serena,
es la arena que acepta la huella
del paso del tiempo en sus venas,
y que a fuerza de fragua helada,
aprendió que con el corazón no se juega.


Ella es corazón que se da en carne viva,
con heridas lamidas por su propia vida
y cicatrizadas, quizás no todas,
por ese viento que lastima
cuando arrastra alfileritos de desamor
restañando y cosiendo lo que nunca debió dañarse.


El Amor la Ama
y la Vida la Quiere.
Y ella, como pececito en el agua,
navega, a veces sin querer, a contracorriente,
sin saber o sin darse cuenta
que tan cerca esta su vida de ser feliz,
como de encontrar la luz que la ilumine
en esas noches de luna nueva,
sin estrellas, pero en las que a veces
se ve la vida mejor.


Y es que ella,
a fuerza de desamor
se ha ido labrando el amor
en el fluir de sus venas.


Ella es, tan ella,
tan grande y tan pequeña,
que se hace fácil quererla.


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