Hola.
Hoy es San Valentín. Hoy, como cada Sanvalentín, se supone que me demostrarás que me quieres más que a
nadie en la vida. Hoy, te derretirás en bondades, amabilidades y demostraciones
de cariño hacia mi persona. Hoy, al despertarme, encontraré una nota en mi
mesilla diciéndome cuánto me amas, incluso hasta puede que me hayas escrito un
poema. Hoy, como cada Sanvalentín, cuando vaya al aseo, veré una nota pegada
al espejo con un “Te Amo”. Y cuando vaya a la cocina a prepararme el desayuno,
me encontraré una gran caja roja, con forma de corazón, y repleta de bombones.
Cuántas veces me dices que no los coma, que engordan. Siempre. Hoy vendrás del
trabajo con un gran ramo de rosas -este año tocan dieciocho, dieciocho años de
matrimonio- me darás un beso y un abrazo y me dirás: “¿Te has maquillado bien que no se te note nada? Venga, vamos, que hoy tengo prisa porque…” vete tú a saber el porqué
de tus prisas, pero siempre tienes prisa. Y en el restaurante, que como siempre
será el que tú elijas y no aquel pequeñito coqueto e íntimo que sabes que a mí
me encanta, a los postres, con el cava y una cara risueña, me regalarás una joya:
un anillo o una gargantilla, o un juego de ambas. Terminaremos en el
restaurante y, como siempre, me llevarás a casa y, con las mismas prisas de
siempre en este día, te irás, no sin antes bajarte del coche y abrirme la
puerta. Un beso y un abrazo sellará nuestra despedida junto con un “hasta la noche, amor, ya verás qué polvo te
voy a echar” y tu clásica sonrisa que espera complicidad y aprobación por
mi parte.
Y
llegará la noche, y llegarás cansado y me dirás, como siempre, que te prepare algo
de cenar. Nada nuevo que contarme. Y a la hora de acostarnos, me acariciarás
como se acaricia a un perro en la cabeza, como recompensa por su fidelidad. Y
te echarás sobre mi cuerpo vacío de sentimientos, tan vacío, como si me
hubieran rebañado con una cucharilla. Y te saciarás, y ni siquiera me dedicarás
una palabra cariñosa, como siempre. ¿Para qué? Y me dirás: “Qué, ya te dije esta mañana que te iba a echar
un polvo que...” Y te darás la vuelta, como siempre, y te dormirás. Al
poco, comenzarás a roncar.
¡Que
gran día de Sanvalentín!
¿Y
mañana? Mañana no tendrás que demostrarme que me quieres más que a nadie en la
vida. Mañana, al igual que hoy y, como siempre, sentir amor, quererme, te
vendrá tan grande, sí, como siempre. Que no me ames, vale, pero es que ni
siquiera sabes quererme. Ni siquiera sabes quererme como se podría querer a un
gato o a un perro, o a la maldita cotorra del vecino de abajo, que no para en
toda la mañana.
Bueno, por
lo menos hoy, mi cuerpo ha descansado de tus golpes. No, mi cabeza no descansa
del sufrimiento que me causas por tus celos, tus caprichos, tus amenazas, tus
gritos y tus grandes silencios, tu indiferencia, tus vejaciones, tus maltratos, tus golpes, tus golpes… que pareciera que te gusta maquillarme a golpes.
…
--¿Y
mañana, Guille?, ¿qué va a ser de mi vida mañana?
--Mañana...
Mañana o pasado, o dentro de unos días o semanas, ¿quién sabe?, es muy probable que haya otra asesinada.
Lo siento, no puedo darte un final feliz. Por lo menos, y desgraciadamente, por
ahora no. Eres una y todas a la vez.
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