Eres tú
quien me enseña,
a pequeños sorbos,
saber apreciar
el buen caldo
del Amor.
Tú,
quien me ha hecho
olvidar
aquel mosto
que a mi mesa vino,
y bebí en su momento
creyéndolo
como el mejor de los vinos.
Pero es tu vino, amor,
el que me embriaga
y ampara
en el mejor
de los amores,
en un sopor de paz
que solo la ambrosía
de tu dulce néctar
ha podido darme,
y nunca he tenido.
Es tu vino,
mi querido amor,
el que me ensueña
y en tus brazos me pierde,
y me hace soñar con paraísos
aún por descubrir juntos.
Y en este dulce vivir contigo,
me sigo dejando
escanciar tu vida
sobre la mía.
Nada como un buen vino rociado de amor.
ResponderEliminarBesos, Guille
Myriam, ahí las dao. ;)
ResponderEliminarBesicos. Gracias por tus visitas.