Mi Dama y Señora:
Después de una dura jornada
en la que solo vos
existíais en mi pensamiento,
aquí me hallo
al fin del día,
para expresaros una vez más
mis pensamientos,
mi amor por vos.
Mi bestia afable,
pastorea tras su jornada
de soportar mis hechuras
parapetadas tras la armadura,
la cual descansa
su frío tacto,
al igual que yo,
junto a una encina.
Mis armas,
también descansan
junto a la madera viva
que me cobija.
Rufián, mi escudero,
que así lo llamo,
no por perverso o despreciable,
que en nada se parece a eso,
¡líbrenle los cielos!,
sino por su nombre,
que es Rufino,también descansa aquí, a mi lado.
Yo, primero, le llamé Rufo,
digo, a mi escudero,
por aquello de acortarlo algo,
no a mi escudero, digo,
sino a su nombre,
pero al final, terminé
por llamarlo Rufián,
que a mis oídos suena
más musical.
Él, afable más que mi montura,
que por eso persona es,
y humana,
consiente condescendiente
a mi capricho de que así le llame,
y sonríe a mi llamada,
y presto está siempre
a mis cuidados.
Gran hombre y personaje éste
que en buen servicio me atiende.
Y yo, que así lo aprecio en hechos que,
por mi persona se desvela,
hago compartir con él mi mismo techo
y por lecho, también cama,
que no desearía yo que descansara
sus, también pobres huesos,
en el duro y frío suelo.
Eso sí, camas separadas.
Aunque esta noche,
es fuego de cañas, palos y hojarascas.
Y por techo, de la encina sus ramas.
Este fuego, el mismo que nos calienta,
es el mismo que hace un rato
las carnes de un conejo ha dorado,
que por cierto,
algo chamuscado
a Rufián le ha quedado,
pero bueno de sabor,
gracias a unas hierbas aliñado
y a un poco de caldo.
Y ahora duerme mi escudero
por las sombras abrigado
y, por una buena manta zamorana,
todo sea dicho de paso.
Algún día os contaré
los hechos que acontecieron
para encontrar a mi escudero.
“Atento”, mi caballo,
que por nervio y siempre alerta
así le llamo,
creo que ahora,
después del pastoreo,
también reposa.
Y como al inicio os decía,
bajo esta encina me encuentro.
Espero no haberos aburrido
con mostraros
a mi corcel y a mi escudero
mas, forman parte de mí y
en merecimiento,
a ellos, así os los he mostrado,
con el cariño y el respeto
que ellos merecen.
Mas ahora, mi señora,
permitidle a mis huesos
descansar y soñar con vos.
Permitidme que os bese
en el recuerdo.
Que a vuestro rostro frágil,
acaricie con mis rudas manos,
mas, quizás no sea digno de ello.
En todo caso, si con ello
molestia os he procurado,
pido disculpéis
a este torpe y viejo caballero.
Y es que,
¡hace ya tanto tiempo
que anhelo veros...!
No encuentro el día
ni el momento
en que esto pudiera suceder.
Me retiro ahora, mi Señora.
Me retiro a descansar
y a soñaros.
Que ello,
es reconfortar mi alma
para mañana soportar
vivir sin vos.