El Estrado Azul

Aquel día era uno de esos días que paseaba por el parque, que por cierto, mientras por otras comunidades hacía frío, viento y lluvia, por aquí gozábamos de temperaturas benignas para la época del año en que estábamos.

Hacía ya algunos días que pasaba por aquí y no veía a nuestro hombre y, precisamente hoy, cuando me dí cuenta, lo oía ya subido en su cajón azul con un papel en la mano disponiendose a leer:

-- ... y perdonen ustedes mi osadía en atreverme con el buen arte de la poesía, pues, ni aprendiz me considero de este noble y divino don que algunos grandes poseen. No quisiera aburrirles más, como ya he dicho antes  -Ya digo, que yo llegué empezado el discurso-  Va dedicado a todos aquellos que hemos nacido en los años 50.

De pronto, desplegó un cartel, lo colgó de una rama del árblo, y comenzó a recitar algo parecido a la usanza juglaresca, con voz algo afectada.

Comienzo:


Ayer fuimos chiquillos 
entre risas y correrías alocadas, 
hoy, peinamos canas 
o tenemos brillantes calvas. 
Se supone que somos maduros y sensatos. 
Ayer solo teníamos prisa 
por saltar a la comba o bailar la peonza, 
por jugar a las casitas. 
(tú la mamá y yo el papá) 
Prisas por jugar al amor. 
Hoy somos la tuerca 
que, poco a poco, se va gastando 
a fuerza de dar vueltas y vueltas... 
(una vuelta más de tuerca) 
Imaginaos entonces 
las vueltas que nuestros padres han dado, 
y algunos, aún están dando. 
Nosotros no es que seamos 
viejos o pasados de moda: 
“carrozas” o “porcelanas”.. "o lo siguiente". 
Nosotros somos el “intermedio” 
entre el ayer que añora 
y el presente que anhela el futuro. 
Somos los que cogimos 
el testigo de la generación de los sesenta.
(testigo que parece escondido) 
Y en ese estar que no estamos, 
que dejamos y tomamos y volvemos a retomar, 
si me pueden contestar, 
¿dónde estamos?

--Pues en el parque -dijo una voz- Dónde vamos a estar. 

--Gracias -respondió. Recogió sus bártulos y se fue con una leve sonrisa en sus labios. Unos pocos aplaudieron.