Aquel Rayo De Luz De tantas Y Tantas Tardes Entretenidas

Recuerdos. 

La luz de la tarde, como tantas y tantas otras tardes, juguetona y caprichosa, atravesaba las pequeñas motas de polvo suspendidas en el aire, mientras yo y mis juguetes, en el pasillo, organizábamos la tarde entretenida.

Aquel rayo de luz inundaba todo mi pasillo. Serían... No serían más de las seis, que aun no me llamaron para merendar. Mi edad... Tendría menos de once años, pues fue a los once cuando la parca vino a visitarnos, y este recuerdo lo tengo bien sellado e iluminado... en negro, pero iluminado... el de la parca, digo, y pasó a mis once años. Que bien lo recuerdo. Por eso digo, que el que ahora acontece, incluso tal vez, ocurriera con menos... algunos menos de diez. Lo tengo algo más lejano. 

Recuerdo juguetes y... Bueno, aparte de los que en mis manos tuviera, solo recuerdo aquellas motas de polvo suspendidas en el aire con su colorido brillante y sus destellos, impregnando de fantasía mis infantiles pupilas. Y yo, ensimismado, con mis diminutos dedos intentaba atraparlas sin conseguirlo. Que eso creía yo, pues de mayor he aprendido que a cientos se quedarían en mis manos y por todo mi cuerpo. Y allí, en el pasillo, sentado en el suelo,  intentando organizarme con mis juguetes una tarde entretenida, me enganchaba fascinado al viaje sideral de aquellas fantástica y diminutas motas de polvo, que para mí no eran nada comparable a aviones o a aves... ni mucho menos a platillos volantes. 

Seres animados, eso eran para mí, eran seres animados. Fantásticos seres vivos con vida propia, y viajaban y surcaban su diminuto espacio celeste, por la radiante autopista que hasta el cielo llegaba, atravesando los cristales del ventanal de mi casa a media tarde. Quizás no después de las seis, pues aun no recuerdo que me avisaran para merendar. Pan con aceite y azúcar. Un gran barco de pan, con aceite y azúcar.