Mi cielo eres tú

Tú estabas ahí, tan bonita como siempre. ¡Tan radiante!... Ni el cielo, con toda su luz, podía competir contigo. 

Ya advertía yo el movimiento de cabeza hacia atrás de los viandantes al pasar junto a ti, que por poco uno se dio con el semáforo. 

¡Vaya por Dios!, no podías haber escogido otro lugar para que quedáramos. Los coches, ni se percataban de que ese mismo semáforo había momentos en que cambiaba a rojo y a verde; por otro lado cosa usual. ¡Casi provocas un colapso en el tráfico! Y es que, ¡tan bonita y tan radiante, como siempre! 

Desde la otra esquina de junto al bar "Mediodía", te observaba ( ya sabes que me gusta observar) y no podía dejar de sonreírme al ver tu propia sonrisa cuando alguien te piropeaba. 

Por un momento todo cesó. Las gentes que iban y venían, el tráfico, los gorriones, las hojas mecidas por el viento... todo quedó inmóvil, y un silencio sepulcral inundó aquel momento. Ni un sonido, ni un movimiento. Solo existías tú. En aquel mar urbano inanimado, el único color y la única presencia viva eras tú. Todo se volvió de tonos grises. El cielo azul de aquella mañana, emplomizó su pechera celeste. Todo gris, todo en silencio, todo quieto menos tú, que llenabas con tu sola presencia aquella gran avenida. Todo quieto, en silencio, en paz… Sí, una paz delirante reinó por unos segundos, que a mí me parecieron horas, y así la disfruté. Y así te disfruté, en la distancia; que tu ya sabes lo que me gusta observar. 

Pero si me gusta observarte, más me gusta abrazarte y disfrutar de tus besos y besarte. Sentir tu cuerpo entre mis brazos. Tus hombros desnudos bajo mis manos. Tus ojos frente a mis ojos. Tu calor. 

Ya estaba bien de observaciones, que parecía un ornitólogo. Y crucé la calle ensimismado por aquella paz y los deseos de besarte y abrazarte…No miré al cruzar. Y de pronto... Una oscuridad más oscura que el llanto amargo de un niño se apoderó de mi vida. Poco a poco comencé a ver una pequeña luz que se engrandecía por momentos, transformando toda aquella negrura en una luminosidad casi, casi tan blanca y radiante como tú. Y ahora, aquí… me encuentro sin ti. Sí. Bueno, sí, hay unos seres que tocan la lira todo el día... psss, no lo hacen mal... Podrían hacerlo mejor, y además, cantan, bailan ríen y... Hija, parecen monitores de tiempo libre, pero limpísimos y radiantes, como lavados con Colón… Ellos dicen que esto es el cielo, pero yo les digo que el cielo, mi Cielo, eres tú. 

Quisiera hacerte llegar todo esto que te estoy contando, pero no sé cómo. Algo tendré que hacer. Creo que soy un espíritu y como tal, si hago porque me veas, puede que te acojones un poquillo... ¡perdón!, quiero decir “asustar” un poquillo (es que en el cielo no se pueden decir tacos)... No sé, ya te digo, algo tendré que hacer. 

No te apenes ni por mí, ni por qué será de tu vida sin mí. Ya verás que todo te va a salir bien. Ya me encargo yo. Y por otro lado, yo, aquí, estoy bien... gracias a... sí, a Dios... jejeje... ¡Vaya!, el chiste fácil. Como se enteren...